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miércoles, 21 de octubre de 2015

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA CATOLICA:

SOBRE EL DOGMA DE LA INFALIBILIDAD PAPAL

MITO: En 1870 el Papa decidió que era infalible y su opinión irrefutable. Desde entonces los católicos creen que el Papa nunca se equivoca. Si en algún tema el Papa cambia de postura, entonces está demostrando por pura paradoja que su infalibilidad es pura ficción.
Probablemente ningún dogma sea tan controvertido y falseado dentro y fuera de la Iglesia católica como este, ni tan mal entendido incluso para muchos católicos. Vamos a dividir este artículo en tres partes, en la primera parte explicaremos por qué este dogma no es una invención moderna, sino -al igual que todo dogma- la declaración oficial de una creencia de siempre; en la segunda veremos qué no es la infalibilidad papal y en la tercera vemos lo que realmente es y en qué casos se puede aplicar.
Antes de abordar el tema de la infalibilidad del Papa en concreto hay que entender por qué los católicos creemos que el Papa es el cabeza de la Iglesia por institución divina.
¿De dónde sacamos que Jesús nombró a un sucesor y le dio poder para dirimir los conflictos? Pues del Nuevo Testamento. Creo que cualquiera que leyera este texto por primera vez no tendría ningún problema en ver claramente en este pasaje cómo Jesús instaura su Iglesia, pone a Pedro a su cabeza y le confiere el poder de la infalibilidad:
“Bienaventurado eres, Simón Bar-Joná, porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro (Petros), y que sobre esta piedra (petra) edificaré Mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti daré la llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos”(Mateo 16:17-19)
En el original griego, “petra” es piedra, más exactamente “roca grande”, y al igual que en castellano es sustantivo femenino. A Simón no le puede dar un nombre femenino así que lo masculiniza y le llama “Petros”, o sea, exactamente la misma palabra pero cambiada de género puesto que cambia el género de la cosa nombrada, algo de fácil comprensión para un hablante de español.
Pero aunque este pasaje se escribió originalmente en griego, las palabras dichas por Jesús fueron en arameo, y en ese idioma la palabra para piedra es “kepha” (por eso se le llama también Simón-Cefás) no varía, así que lo que Jesús dijo originalmente es “Tú eres Kepha y sobre esta kepha edificaré mi Iglesia”. (Si desea profundizar más en esta cuestión puede consultar nuestro artículo: ¿De dónde sacan los católicos que Pedro fue el primer Papa?)
Otro pasaje, palabras que Jesús le dijo a Pedro durante la Última Cena:
“Simón, Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos, como trigo: Más yo he rogado por ti a fin de que tu fe no perezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31-32)
Cuando Jesús resucitado se aparece a Pedro, perdona sus tres negaciones con otras tantas bendiciones que señalan su futura función:
“apacienta mis corderos… apacienta mis corderos… apacienta mis ovejas” (Juan 21:15-17)
Pedro es el pastor, los cristianos los corderos, la verdad el alimento que nos debe dar. Y que Jesús no tenía ninguna intención de dejar a su Iglesia abandonada a sus propios recursos, sino que pensaba sostenerla y ayudarla a conservar la fe por siempre, lo vemos en este otro pasaje:
“A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos” (Mateo 28:18-20)
Esta guía doctrinal vendrá del Espíritu Santo:
“Y yo rogaré al Padre, y os daré otro Consolador, para que esté con vosotros eternamente, el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni le conoce; pero vosotros le conoceréis, porque morará con vosotros, y estará dentro de vosotros… Mas el Consolador, el Espíritu Santo, que mi Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo, y os recordará cuantas cosas os tengo dichas” (Juan 14:16-17,26).
Los protestantes interpretan este pasaje como que Dios nos concedió a todos la inspiración necesaria para entender e interpretar correctamente las Escrituras. En tal caso no hay más que mirar su situación para ver que no ha sido así: cada protestante tiene capacidad para variar la doctrina y crear su propia iglesia (por eso hay miles de ellas). Los católicos creemos que sólo el Papa recibe esta ayuda cuando se trata de interpretar la doctrina, por eso nuestra Iglesia sigue siendo Una, Santa[1], Católica (= universal) y Apostólica.


PARTE 1
LA INFALIBILIDAD DE LA IGLESIA Y SU MANIFESTACIÓN A TRAVÉS DEL PAPA
La Iglesia, desde el principio, ha considerado que se pueden hacer declaraciones oficiales infalibles en asuntos de doctrina de dos maneras: mediante concilios católicos (universales) y mediante declaraciones papales (preferentemente dentro de un concilio y arropado por él).
La infalibilidad que Jesús garantiza a su Iglesia (“os lo enseñará todo”) cristaliza en su cabeza visible, el papa, de forma que sólo hay una voz, sólo hay una fe, sólo hay una doctrina (sólo una libre de error, claro). Esta promesa se da, como vimos, “hasta la consumación de los siglos”, así que no se limita a Pedro, sino a todos sus sucesores.
Jesús promete enviar a su Iglesia el Espíritu Santo para que la mantenga libre de error; no para que no exista la herejía, sino para que la Iglesia sepa librase de ella y sobreviva. No dijo Jesús que las puertas del infierno no se acercarían a la Iglesia, sino que no “prevalecerían” contra ella, o sea, que en la lucha contra el mal y el error, la Iglesia saldría siempre victoriosa, intacta.
Desde el principio, los cristianos estaban convencidos de que el Espíritu Santo velaba por su Iglesia y evitaba que las doctrinas erróneas (que enseguida proliferaron) pudieran triunfar y asentarse dentro. Para ello, desde el mismo inicio organizaron concilios donde discutir las diferencias que surgían, convencidos de que en esos concilios el Espíritu les ayudaría a establecer la verdad (véase en Hechos el Concilio de Jerusalén que organizaron los apóstoles). Pero junto a los concilios vemos desde el principio la autoridad mayor que muestra Pedro y luego sus sucesores.
Los protestantes señalan que en el Concilio de Jerusalén no fue Pedro el protagonista, sino Pablo, con lo cual cuestionan su papel de líder. Esto no es correcto, Pablo no fue el líder del concilio, sino quien planteó la cuestión que allí se trataba, o sea, quien llevó el problema buscando una solución. Quien presidió el concilio tampoco fue Pedro, sino Santiago, pues era él el jefe de la Iglesia de Jerusalén. Pero si leemos la descripción del concilio en Hechos 15 vemos que solo se recogen dos discursos, primero el de Pedro, que ofrece la solución que luego será aprobada, y luego el de Santiago, que comunica la decisión del concilio y la justifica haciendo referencia a Pedro y el razonamiento por él expuesto. Por tanto lo que vemos en el concilio es, más allá de las formas en sí, a Pedro liderando las decisiones y siendo el punto de referencia, aunque no el dictador que decide al margen de los demás. Con concilio o sin él, un Papa debe estar arropado por la Iglesia, no actuar al margen de ella, y en ese sentido el Concilio de Jerusalén marcó el modelo a seguir.
Eso mismo lo vemos en posteriores concilios, donde el patriarca de Roma tiene un peso especial y su opinión es respetada por todos. La lapidaria frase “Pedro habló por boca de León” recoge un buen ejemplo temprano de esta primacía. El Concilio de Calcedonia (año 451) se reunió para decidir sobre el monofismo (la creencia de que Jesús era sólo Dios, no hombre) que se estaban extendiendo por oriente. Tras los debates, el patriarca romano, San León Magno, ratificó el credo de Nicea y declaró las nuevas ideas herejes. Tras su declaración, toda la asamblea (suponemos que excepto los herejes) dijo la famosa alocución: “Esta es la fe católica. Pedro habló por boca de León”. Las definiciones dogmáticas de este concilio han sido reconocidas desde entonces como infalibles tanto por la actual Iglesia Católica como por la actual Iglesia Ortodoxa (las dos ramas en que quedó dividida la Iglesia original).
En el ejemplo de Calcedonia, que no fue la excepción sino la norma, hablamos de 630 padres conciliares, de los cuales sólo cinco eran del patriarcado romano, y aún así, su autoridad fue por todos aceptada como la principal. También vemos que el Papa no actuó imponiendo su voluntad en contra del sentir mayoritario, al contrario, recogió y dio forma sólida a ese sentir, y vemos también cómo la Iglesia en su conjunto consideraba infalible la doctrina que se aclaraba y fijaba (que no inventaba) en esos concilios.
Todos los dogmas de antes y ahora son declaraciones formales de algo que ya existía en la Iglesia, no ideas nuevas innovadoras que cambian la doctrina. Como vimos en el ejemplo anterior, la creencia en la infalibilidad de la Iglesia ya estaba establecida desde siempre, y el papel de Pedro y sus sucesores como cabezas de esa Iglesia también, aunque es cierto (y en esto las épocas pueden variar en uno u otro sentido) que a lo largo de los siglos el papel del Papa fue adquiriendo cada vez más relevancia y focalización. Esto se puede considerar deseable o un exceso, pero no un error doctrinal o una ruptura con la tradición. Precisamente el tener una sola voz es una de las grandes bazas de nuestra Iglesia y la garantía de unidad.
Así pues, en contra del mito, El Papa ni antes ni ahora actúa como un individuo dotado de poderes especiales que le sitúan por encima de la Iglesia, sino que está dotado para funcionar como catalizador, purificador y condensador de las ideas de esa Iglesia. El Papa no es un dictador doctrinal que impone sus ideas, es la cabeza visible y única que asume y difunde con una sola voz la doctrina de toda la Iglesia. Si un Papa se inventara una doctrina y pretendiera imponerla en contra del sentir general de la Iglesia, entonces tendríamos que admitir que “las puertas del infierno” han prevalecido contra la Iglesia, y eso todos los cristianos estamos de acuerdo en que no es posible.


PARTE 2
¿QUÉ NO ES LA INFALIBILIDAD PAPAL?
NO ES INSPIRACIÓN DIVINA
Muy por el contrario de lo que piensan muchas personas, la infalibilidad no significa que el Papa esté divinamente inspirado. Los Apóstoles y los Evangelistas recibieron este don, y sus escritos son aceptados como palabra inspirada por Dios. Más la Iglesia no afirma que el Papa esté inspirado, o que reciba alguna revelación divina, estrictamente hablando. Así, el Concilio Vaticano I (el mismo que proclamó este dogma) declara:
“Porque el Espíritu Santo no les fue prometido a los sucesores de Pedro, a fin de que ellos propaguen una nueva doctrina revelada, sino que, bajo la asistencia del Divino Espíritu, puedan preservar incólume, y explicar con toda fidelidad la revelación o depósito de la fe, trasmitido por los apóstoles”.
Por tanto el Papa no puede (ni mediante declaración dogmática ni ninguna otra) poner, quitar o modificar doctrinas de fe. Su misión es sólo preservarla y transmitirla tal como nos llegó desde los apóstoles y mantenerla libre de error.
NO ES IMPECABILIDAD
Es muy deseable que el papa, como cabeza más visible de la Iglesia, sea hombre de grandes virtudes y refleje en su vida los valores cristianos. Pero no es esa su función, su función es la de ser guardián de la fe, y si él como persona es un santo o un escandaloso pecador, eso tendrá consecuencias terribles para las relaciones públicas de la Iglesia, pero no para su integridad. Aún así, como es de esperar, la mayoría de los papas han sido poseedores de grandes virtudes:
De los 30 primeros papas, 29 murieron mártires por defender su fe (verdad es que los historiadores modernos ponen en duda algunos casos, pero ello seguiría dejando un porcentaje abrumador). De los 260 papas que ha habido, 69 han pasado a considerarse santos por sus grandes virtudes cristianas. Sólo 6 de ellos han sido de vida depravada (6 de 260!). Pero incluso algunos consideran que esos 6, o aunque fuese uno solo, son suficientes para no creer que los papas sean elegidos por inspiración del Espíritu Santo. A los que piensan así (católicos y no católicos) habría que recordarles que el mismo Jesús eligió directamente a sus 12 representantes y de ellos 1 fue Judas, que le traicionó (1 de 12). Con un poco de sana broma podríamos añadir que la Iglesia ha mejorado la proporción con mucho (pero mejor no lo decimos porque si alguien no capta la ironía del comentario podría considerarlo blasfemo). Y aún así, esas 6 ovejas negras del papado son un gran punto a nuestro favor, pues aunque hicieron mucho daño a la Iglesia en muchísimos aspectos, el Espíritu Santo, que les había elegido por alguna razón, hizo que a nivel doctrinal mantuvieran limpia y clara la fe de la Iglesia. Ni uno sólo de ellos causó el menor daño a la doctrina, incluso algunos lucharon eficazmente por limpiarla de algunas nuevas herejías. Esto prueba que el Espíritu se asegura de que el papa, en su misión de guardián de la doctrina, mantenga su infalibilidad, pero a nivel humano, cada Papa tiene que luchar con sus propias tentaciones igual que los demás, no posee a ese nivel ningún privilegio que le haga las cosas más fáciles.
Y yendo mucho más atrás y atacando al mismo primer papa, Pedro, los hay que dicen que Pedro dio muestras de muy poca infalibilidad doctrinal cuando fue capaz de negar a Cristo tres veces. Ante esto podemos decir por un lado que lo que hizo Pedro en las negaciones no fue una declaración doctrinal, sino mentir por miedo a que le mataran (con lo que sería un asunto de impecabilidad, no de infalibilidad), y si esto no basta, hay que recordar que Pedro fue “nombrado papa” más tarde, cuando Jesús ya había resucitado, por tanto en esos momentos todavía no era Papa ni había recibido del Espíritu Santo en Pentecostés la prometida infalibilidad.
Los protestantes a menudo mencionan también el famoso conflicto entre Pedro y Pablo mencionado por Pablo en su carta a los gálatas, conflicto que probablemente fue posterior al mencionado Concilio de Jerusalén. El concilio había decidido que los cristianos no necesitaban sujetarse a la Ley de Moisés. Pedro fue a Antioquía, donde estaba Pablo, y allí comía con los cristianos de origen pagano (algo considerado impuro por los judíos). Pero llegaron de Jerusalén unos cristianos judaizantes que no veían eso con buenos ojos, y por alguna razón (por evitar censuras o evitar conflictos) Pedro dejó de comer con los de origen pagano y muchos cristianos de origen judío le imitaron. Pablo, justamente, reprende a Pedro en público por su conducta acomodaticia. Pero esto no es una prueba de que Pedro cae en el error doctrinal, simplemente es un ejemplo de los defectos de todos los seres humanos, incluido el papa, incluido San Pedro (solo Jesús estuvo libre de defectos). El hecho de que Pablo reprendiera a Pedro públicamente tampoco significa un desprecio a su papel de líder y menos aún es la prueba de que Pedro no era líder de nada. Si Pedro o un Papa son hallados en una conducta reprensible, hasta el más “insignificante” de los cristianos católicos tiene perfecto derecho a levantar su voz y reprenderlo, pues con ello no se pone en cuestión su papel vicario sino que simplemente se pone en evidencia su debilidad humana y su falta de cohesión.
En el Concilio de Jerusalén Pedro mostró las cualidades que debe mostrar un Papa (sobre todo en asuntos doctrinales). Pablo no se inventó una doctrina nueva y le convenció de ella a Pedro, Pablo razonó y aclaró a Pedro que lo que él proponía (que los gentiles no necesitaban sujetarse a la ley de Moisés) se derivaba directamente del espíritu de la doctrina de Jesús, y razonó por qué. Sólo después de escuchar a Pablo y a los demás, tomó Pedro la decisión, también basándose en inferencias sobre las Escrituras, y tras su declaración, el asunto quedó zanjado, no por imposición de Pedro, sino porque su decisión fue reconocida correcta por todo el concilio (lo cual vemos por el discurso oficial de Santiago, el que presidía). Ahí tenemos a un papa, no a un dictador ni a un iluminado líder carismático.
EL Papa SE CREE PERFECTO Y LOS CATÓLICOS ASÍ LE CONSIDERAN
(por eso le llaman “su santidad”)
El título de “su santidad”, independientemente de que nos guste ahora más o menos, es simplemente un título honorífico, no indica que sea realmente santo, de lo contrario todos los papas pasarían automáticamente a ser declarados santos tras su muerte, y la mayoría no lo son. La santidad depositada en el Papa se refiere más bien al cargo que representa como vicario de Cristo, no a él como persona humana. Es la santidad del Espíritu Santo que protege su función y la santidad de Jesús, al que representa, lo que reconocemos al llamarle “su santidad”.
Pero tampoco tiene ningún fundamento quienes dicen que el Papa (además de ser el anticristo) se cree, o intenta hacer creer, que es santo y perfecto. El Papa reconoce tener las mismas debilidades a que están sujetos todos los demás hombres. Todas las mañanas al principiar la Misa, dice humildemente al pie del altar: “Yo pecador me confieso a Dios todopoderoso… que pequé gravemente en pensamiento, palabra y obra”. Asimismo, al ofertorio de la Misa, ora: “Recibe Padre santo, Dios omnipotente y eterno, esta Hostia inmaculada, que yo indigno siervo tuyo, te ofrezco por mis innumerables pecados, ofensas y omisiones”. Definitivamente, no parecen estas palabras de una institución, el papado, que se considera libre de pecado.
LOS CATÓLICOS ADORAN AL PAPA
Los no católicos se escandalizan de que un ser humano pueda arrogarse el don de la infalibilidad, que sólo pertenece a Dios, y lo declaran blasfemia. Pero el asunto a veces queda englobado en algo mucho peor: en muchos blogs protestantes he leído repetidamente la acusación de que los católicos “adoran” al Papa (y a la Virgen, y a los santos, incluso a las imágenes y reliquias) en lugar de adorar sólo a Dios, por lo que somos idólatras y en realidad no somos cristianos (!!).
Esto es un grave error de apreciación, cualquier católico se escandalizaría si su parroquia organizara un acto para “adorar al papa”. Sólo se adora a Dios, punto. Lo que los protestantes no entienden (los ortodoxos sí) es lo que nosotros llamamos “venerar”. Venerar es mostrar un profundo respeto, amor y devoción por algo que nos acerca a Dios de una u otra forma. Una imagen nos puede ayudar a conectar psicológica y emocionalmente con lo sagrado, por eso se puede venerar, los santos (incluida la más santa de los santos: María) nos acercan a Dios con su ejemplo y su intercesión, por eso se pueden venerar.
Pero la veneración es un acto tan religioso como humano. Una persona puede venerar a sus padres porque los ama y respecta profundamente, un patriota puede venerar a su país, y un enamorado puede sentir una total veneración por la foto de su amada que tiene puesta en el salón (no porque ame a la foto, sino porque al mirarla se siente más cerca de su amada, la siente más presente) y nadie les puede acusar de idólatras por ello. Cuando alguien nos acusa de idolatría por rezar y emocionarnos ante una imagen es como si alguien acusara de adulterio al marido que, estando su esposa ausente, se emociona y habla con su retrato al irse a dormir. Y volviendo al tema concreto del papa, los católicos, que le consideramos representante (vicario) de Cristo en la Iglesia, le veneramos y respetamos porque representa a Jesús, no por sus propios méritos.

PARTE 3
¿QUÉ ES REALMENTE LA INFALIBILIDAD PAPAL Y CUÁNDO ES EL PAPA INFALIBLE?
En 1870 El Concilio Vaticano I (reunión de obispos, teólogos, etc) declaró el dogma de la Infalibilidad papal con las siguientes palabras: “El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra (= con autoridad), esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia[2], irreformables.” (Constitución dogmática Pastor Aeternus, Cap 4)
O sea, no se declara que todo lo que dice el Papa sea infalible, sólo lo es cuando hace una declaración formal en ciertas condiciones. El propio Catecismo de la Iglesia (-891) nombra tres condiciones que deben reunirse para que una definición pontificia sea ex cathedra:
1- El Papa debe hablar “como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos”. (o sea, debe dirigirse a y hablar en nombre de la Iglesia universal, no por cuenta propia expresando su opinión personal)
2- El Papa “proclama por un acto definitivo la doctrina”. (Cuando el Papa claramente expresa que la doctrina es definitiva, no puede cambiar)
3- El Papa habla “en cuestiones de fe y moral” (por tanto no es infalible si habla de ciencia, política, economía, deportes o lo rico que está el repollo)
La misión de la Iglesia, y por tanto del papa, es la de preservar pura y sin contaminación la doctrina original cristiana tal como nos fue entregada por los apóstoles, y ninguna declaración ni dogma puede añadir o quitar nada a la doctrina original, sólo clarificarla y preservarla. El Papa no es el autor de la Revelación, sino su infalible intérprete y expositor. No tiene autoridad para quebrantar la ley divina o cambiar un solo ápice de la Escritura. Sus funciones se limitan a trasmitir incólume la fe a través de los siglos.
A esto se añade, en la práctica, que el Papa se convierte en portavoz y árbitro de la voz de la Iglesia, pero no puede usar su infalibilidad para oponerse a ella. Dicho de otro modo, el Papa puede “fijar” una doctrina que es aceptada por la mayoría, incluso tomar partido cuando hay conflicto de opiniones, pero si pretendiese imponer a la Iglesia algo nuevo, algo que la Iglesia no cree… bueno, ya lo comentamos anteriormente, las puertas del infierno no pueden prevalecer contra la Iglesia así que esta situación se considera imposible.
Total, que teniendo en cuenta todo lo que hay que tener para que una declaración papal se considere infalible, sólo se ha invocado oficialmente dicha infalibilidad en dos declaraciones papales, las declaraciones de los dos últimos dogmas marianos (la Inmaculada Concepción, 1854 y la Asunción, 1950), que son al fin y al cabo creencias aceptadas ya por la Iglesia primitiva (los mismos ortodoxos comparten estas creencias aunque las rechazan como dogmas porque no aceptan la autoridad del papa). Esto no quiere decir que con anterioridad no se considerasen infalibles declaraciones formales hechas por papas o concilios, pero vemos que estrictamente hablando, tras la declaración del dogma en 1870 sólo una vez el Papa ha usado esta infalibilidad para afirmar como dogma algo que la Iglesia siempre había ya creído. Juan Pablo II, por poner un ejemplo, fue Papa durante 27 y gobernó la Iglesia estupendamente bien sin necesidad de usar ni una sola vez la prerrogativa de infalibilidad.
Pero puede que la cuestión no sea tanto si la Iglesia (en concilio o en su cabeza, el papa) es infalible como si realmente era necesario y conveniente declararlo dogma. Al fin y al cabo, la Iglesia llevaba 19 siglos asumiendo que el Espíritu Santo la libraba de todo error, y nunca había sido necesario crear un nuevo dogma oficial en torno a ello. Francis Simons, obispo de Indore, escribió:
“En general los teólogos aceptan que sólo dos definiciones doctrinales de los papas reúnen con seguridad las condiciones requeridas para ser infalibles: las que se refieren a la inmaculada concepción de María y a su asunción en cuerpo y alma al cielo. Ambas definieron lo que ya era aceptado en la Iglesia de un modo general. Es, pues, difícil creer que realmente urgiesen o fuesen necesarias semejantes definiciones. Una prerrogativa que quizá sólo se ha usado dos veces en 1.900 años, y aún entonces únicamente para definir unas doctrinas que no precisaban con urgencia una definición infalible, difícilmente puede ser una prerrogativa necesaria.”
Un católico no puede negar la infalibilidad pero es una opinión respetable pensar, como este obispo, que no era necesario proclamarlo como dogma. Aún así, su afirmación de que esa prerrogativa “sólo se ha usado dos veces en 1.900 años” es ambigua y confusa. Si se interpreta como que la declaración de un Papa sólo ha sido infalible en dos ocasiones, es falso. Como hemos visto anteriormente, desde el principio Pedro y sus sucesores han hablado con infalibilidad en numerosas ocasiones. Lo que ocurre es que al transcurrir de los siglos, la doctrina de la Iglesia ha ido siendo fijada y cada vez era menos necesario el uso de la infalibilidad. Lo que sí es cierto es que, tal como se definió el dogma de la infalibilidad y las condiciones para su cumplimiento, sólo se ha utilizado esta manera concreta de proclamar una doctrina infalible en dos ocasiones.
Muchos opinan que si esta verdad no se hubiera convertido en dogma, la reconciliación de las diferentes iglesias cristianas sería más fácil, otros opinan que sin proclamar alto y claro esta verdad, precisamente en estos nuevos tiempos de acercamiento y diálogo -y de relativismo- se correría el serio peligro de “negociar” verdades de fe para buscar un compromiso, y la verdad es innegociable. Se puede considerar que la declaración del dogma fue conveniente o inconveniente, pero no es correcto decir que esta verdad fue “inventada” en 1870, la creencia de que el Espíritu Santo mantenía a su Iglesia libre de error (a través del Papa o de los concilios) la encontramos bien asentada desde el principio.
Y en cuanto al enfoque puramente apologético, no podemos esperar que un no-católico acepte que el Papa es infalible en alguna circunstancia, pero al menos sí podemos intentar hacerle entender qué significa realmente esta creencia para que no sigan repitiendeo de buena fe aquell falsedad de que los católicos creen que el Papa “nunca se equivoca” en lo que dice.
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[1] “Santa” es por su carácter sagrado, por pertenecer a Dios, no porque sus miembros sean todos santos. En otras palabras la Iglesia es santa aunque sus miembros somos todos pecadores.
[2] “Y no por el consentimiento de la Iglesia” significa que la autoridad del Papa no proviene de un acuerdo adoptado por la Iglesia cediéndosela, sino que proviene de Dios.
Tomado de: apologia21.com

lunes, 12 de octubre de 2015

! SECTAS ANTICRISTIANAS.!


LUZ DEL MUNDO
El 8 de diciembre ha muerto en Guadalajara (México) Samuel Joaquín Flores, líder de la Iglesia La Luz del Mundo (LLM). Se anuncian unos funerales multitudinarios, y las autoridades públicas han mostrado su respeto. “La Iglesia del Dios Vivo Columna y Apoyo de la Verdad, La Luz del Mundo, es la Restauración de la primitiva Iglesia Cristiana”. Así resume esta secta su propósito en Twitter. Se consideran los verdaderos cristianos, y han estado siempre en el centro de la polémica. ¿Quiénes son? ¿En qué creen? ¿Son ciertas las acusaciones que hay contra el grupo?
Su origen: una “revelación”
La secta LLM, también llamada “aaronismo”, fue fundada en 1926 en México por Eusebio Joaquín González (1898-1964) tras haber recibido una revelación divina en sueños, en un entorno pentecostal (se había unido unos pocos antes a la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, que abandonó después para fundar su propia secta).
En su sueño, oyó una voz que le decía: “Tu nombre será Aarón y lo haré notorio por todo el mundo y serás bendición”. Además, siguió junto con su esposa (que en los años 60 sería ordenada diaconisa) el camino que le dictó esa revelación, y llegaron caminando a Guadalajara (estado mexicano de Jalisco). Las memorias de la secta hablan de persecuciones y milagros en esta curiosa peregrinación.
Al año siguiente tuvo una visión que lo llevó a bautizarse a sí mismo y a sus adeptos “en el nombre del Señor Jesucristo” (fórmula que consideraba correcta, y no la trinitaria en la que había sido bautizado por los pentecostales), y se cambió el nombre por el bíblico (sacerdotal) de Aarón, tal como decía que le había ordenado Dios. De hecho, como veremos después, hay muchos elementos judaizantes en su doctrina y práctica. También los miembros del movimiento cambian sus nombres al bautizarse y entrar a formar parte de la secta. En 1934 los dirigentes levantaron el primer templo reconocido oficialmente, mientras compaginaban el culto con el trabajo manual para subsistir.
El grupo fue creciendo paulatinamente, a pesar de los cismas que hubo desde los primeros tiempos (ya algunos en la década de los años 30, y uno más destacado en 1942, cuando algunos miembros se separaron, después de acusaciones de enriquecimiento del líder, para formar la Iglesia del Buen Pastor). En 1952 compraron un terreno de 14 hectáreas al este de la ciudad de Guadalajara para fundar la colonia “Hermosa Provincia, el gozo de toda la tierra”.
Cuando murió el fundador en 1964, lo sucedió su hijo, Samuel Joaquín Flores (1937-2014), que se encargó de construir en la colonia Hermosa Provincia el imponente templo llamado Casa de Oración (terminado en 1991, con capacidad para 12.000 personas), además de la pequeña ciudad que lo rodea, y que extendió la secta por todo el mundo. En un sueño recibió la revelación divina de que él era el ángel del Apocalipsis.
Judaizantes, nacionalistas y anticatólicos
Al igual que otros muchos grupos, LLM afirma ser la primitiva Iglesia fundada por Jesucristo, comunidad que habría sido restaurada en el siglo XX (“el año, mes y día establecido por Dios para dar inicio a la Restauración de la Primitiva Iglesia de Jesucristo, con el llamado de Dios al Apóstol de Jesucristo, Aarón Joaquín González”). Se autodenomina “Iglesia del Dios Vivo Columna y Apoyo de la Verdad”, refiriéndose a dos pasajes bíblicos (1 Tim 3,15; Mt 5,4). Además, se identifica directamente con el pueblo de Israel, reafirmando así su peculiaridad en un entorno de pluralismo de denominaciones cristianas. Por ejemplo, el fundador leyó su vida en paralelo con el Antiguo Testamento, y utilizan numerosos nombres y emblemas tomados del judaísmo.
Según el experto Manuel Guerra, se trata de una “secta religiosa con un proyecto social, económico y político”. Muchas fuentes afirman que ha sido patrocinada por la masonería del Rito Occidental Mexicano, al que pertenecería Samuel Joaquín Flores. El apoyo del grupo al PRI (Partido Revolucionario Institucional, en el gobierno entre 1929 y 2000) siempre ha sido claro. Celebran las fiestas patrias y rinden honores a la bandera del país, y mantienen esta identidad nacional también en el extranjero, pero en el marco de un proselitismo universal que acentúa la unión espiritual de todos los adeptos.
El tercer acento que destaca en la secta es su marcado anticatolicismo, necesario para reafirmar su propia identidad en un país mayoritariamente católico. Caen en afirmaciones hostiles y tópicos sin fundamento sobre la Iglesia católica, y han llegado a decir que “el Papa padece de SIDA, los conventos son cuevas de lesbianas, los cuas homosexuales y degenerados”, etc. LLM acusa a la Iglesia de ser intolerante y fanática, retrógrada y opuesta al progreso de México y al ideal revolucionario y, en el fondo, de ser antimexicana.
Sus doctrinas y prácticas
Dicen profesar la fe cristiana, pero no creen en la Santísima Trinidad, situándose así fuera del cristianismo (para el que se requiere, como mínimo, la confesión de la fe trinitaria, la divinidad de Cristo y el bautismo como medio de incorporación a Él). Un teólogo evangélico ha estudiado el influjo gnóstico que, según él, tiene LLM. Afirman creer en Dios Padre, en su Hijo Jesucristo el Salvador y en la Virgen María. Pero profundizando en su doctrina se observa que reconocen la divinidad de Cristo, no la de Jesús. Además, para ellos el Espíritu Santo es algo impersonal, la fuerza de Dios. Y por ello bautizan únicamente “en el nombre del Señor Jesucristo”, lo que hace a este rito inválido para la Iglesia católica.
No veneran a la Virgen María ni a los santos, ni usan sus imágenes. Sin embargo sí hay una veneración al fundador y a su familia, llegando a tener los adeptos sus fotos en las casas. Entre sus creencias también podemos encontrar una concepción no cristiana de la enfermedad, dado que la consideran en algunas ocasiones como un castigo de Dios a los pecadores para lograr su conversión. El que sea un castigo o no depende de que el consejo de los pastores lo determine así.
Si nos fijamos en la jerarquía, justo por debajo de Cristo se encuentra el “Apóstol”, que es como llaman al líder de la secta, que se constituye en mediador entre el cielo y la tierra (“sólo se puede llegar a Dios a través del siervo Samuel, sólo se puede alcanzar la salvación eterna en nombre de Samuel”). Después se encuentran los pastores u obispos (que, según el carisma que tengan, pueden ser, con la terminología del Nuevo Testamento, doctores, profetas o evangelistas). Los pastores, ungidos por el Apóstol, pueden ungir a los diáconos, que son aspirantes a pastores. Por debajo están los encargados de las obras ministeriales (ya que están organizados por Ministerios: Trabajo, Salud y Bienestar Social, Comunicación, Cultura, Obras Públicas, etc.) y los obreros.
En cuanto a su liturgia, tienen una reunión de culto dominical, y a diario deben participar en la oración y en la consagración. Sus celebraciones sacramentales son las siguientes: la presentación de los niños (un mes después de nacer), el bautismo en el nombre de Jesucristo (a los 14 años), la confirmación del Espíritu (de tipo pentecostal, con dones como la glosolalia), el matrimonio (después de un breve noviazgo y también obligatorio para los ministros sagrados) y la Santa Cena. Ésta la celebran solamente una vez al año, en agosto (el día 14, fecha del nacimiento del fundador), y consumen los dones que tienen un valor simbólico: pan y mosto. Además, sus fiestas principales conmemoran los acontecimientos fundamentales de la secta.
Los adeptos deben pagar el diezmo y votar al PRI en las elecciones. Además, tienen prohibido el tabaco, el alcohol, las drogas, el cine y las fiestas mundanas. Las mujeres deben llevar velo y falda larga, y no se pueden maquillar. Hay un gran control social de sus miembros (en fichas que incluyen, además de sus datos personales, su asistencia a los actos, conducta, colaboración económica, etc.), toda su vida está reglada y las faltas pueden llevar a la “excomunión”, prohibiendo desde la asistencia a la Santa Cena hasta la exclusión definitiva de LLM. Se ha señalado que es la tercera confesión religiosa de México en tasa de analfabetismo (con un 10,6 % según el Atlas de la diversidad religiosa).
La secta siempre ha estado en el centro de polémicas, desde sus orígenes. Comenzando por la bigamia (reconocida) del fundador, que cometió adulterio con una menor de edad que engendró un hijo; continuando por las acusaciones de violaciones por parte de Samuel Joaquín a varones y mujeres, y terminando por todo lo relativo a lo económico y lo político.
Los números de la secta
LLM presume de su rápido crecimiento. Si en 1972 sólo contaba con 72.000 adeptos, localizados principalmente en México, ahora afirma tener más de 5 millones en todo el mundo, de los que un millón y medio se encuentran en su país de origen y el resto en más de 30 naciones. Sin embargo, los datos estadísticos oficiales de México los cuantifican en menos de 200.000 miembros mayores de 12 años. La secta cuenta con 3.500 centros de culto en todo el mundo, atendidos por 3.000 ministros.

SOBRE EL DOGMA DE LA INFALIBILIDAD PAPAL.

MITO: En 1870 el Papa decidió que era infalible y su opinión irrefutable. Desde entonces los católicos creen que el Papa nunca se equivoca. Si en algún tema el Papa cambia de postura, entonces está demostrando por pura paradoja que su infalibilidad es pura ficción.
Probablemente ningún dogma sea tan controvertido y falseado dentro y fuera de la Iglesia católica como este, ni tan mal entendido incluso para muchos católicos. Vamos a dividir este artículo en tres partes, en la primera parte explicaremos por qué este dogma no es una invención moderna, sino -al igual que todo dogma- la declaración oficial de una creencia de siempre; en la segunda veremos qué no es la infalibilidad papal y en la tercera vemos lo que realmente es y en qué casos se puede aplicar.
Antes de abordar el tema de la infalibilidad del Papa en concreto hay que entender por qué los católicos creemos que el Papa es el cabeza de la Iglesia por institución divina.
¿De dónde sacamos que Jesús nombró a un sucesor y le dio poder para dirimir los conflictos? Pues del Nuevo Testamento. Creo que cualquiera que leyera este texto por primera vez no tendría ningún problema en ver claramente en este pasaje cómo Jesús instaura su Iglesia, pone a Pedro a su cabeza y le confiere el poder de la infalibilidad:
“Bienaventurado eres, Simón Bar-Joná, porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro (Petros), y que sobre esta piedra (petra) edificaré Mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti daré la llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos”(Mateo 16:17-19)
En el original griego, “petra” es piedra, más exactamente “roca grande”, y al igual que en castellano es sustantivo femenino. A Simón no le puede dar un nombre femenino así que lo masculiniza y le llama “Petros”, o sea, exactamente la misma palabra pero cambiada de género puesto que cambia el género de la cosa nombrada, algo de fácil comprensión para un hablante de español.
Pero aunque este pasaje se escribió originalmente en griego, las palabras dichas por Jesús fueron en arameo, y en ese idioma la palabra para piedra es “kepha” (por eso se le llama también Simón-Cefás) no varía, así que lo que Jesús dijo originalmente es “Tú eres Kepha y sobre esta kepha edificaré mi Iglesia”. (Si desea profundizar más en esta cuestión puede consultar nuestro artículo: ¿De dónde sacan los católicos que Pedro fue el primer Papa?)
Otro pasaje, palabras que Jesús le dijo a Pedro durante la Última Cena:
“Simón, Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos, como trigo: Más yo he rogado por ti a fin de que tu fe no perezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31-32)
Cuando Jesús resucitado se aparece a Pedro, perdona sus tres negaciones con otras tantas bendiciones que señalan su futura función:
“apacienta mis corderos… apacienta mis corderos… apacienta mis ovejas” (Juan 21:15-17)
Pedro es el pastor, los cristianos los corderos, la verdad el alimento que nos debe dar. Y que Jesús no tenía ninguna intención de dejar a su Iglesia abandonada a sus propios recursos, sino que pensaba sostenerla y ayudarla a conservar la fe por siempre, lo vemos en este otro pasaje:
“A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos” (Mateo 28:18-20)
Esta guía doctrinal vendrá del Espíritu Santo:
“Y yo rogaré al Padre, y os daré otro Consolador, para que esté con vosotros eternamente, el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni le conoce; pero vosotros le conoceréis, porque morará con vosotros, y estará dentro de vosotros… Mas el Consolador, el Espíritu Santo, que mi Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo, y os recordará cuantas cosas os tengo dichas” (Juan 14:16-17,26).
Los protestantes interpretan este pasaje como que Dios nos concedió a todos la inspiración necesaria para entender e interpretar correctamente las Escrituras. En tal caso no hay más que mirar su situación para ver que no ha sido así: cada protestante tiene capacidad para variar la doctrina y crear su propia iglesia (por eso hay miles de ellas). Los católicos creemos que sólo el Papa recibe esta ayuda cuando se trata de interpretar la doctrina, por eso nuestra Iglesia sigue siendo Una, Santa[1], Católica (= universal) y Apostólica.


PARTE 1
LA INFALIBILIDAD DE LA IGLESIA Y SU MANIFESTACIÓN A TRAVÉS DEL PAPA
La Iglesia, desde el principio, ha considerado que se pueden hacer declaraciones oficiales infalibles en asuntos de doctrina de dos maneras: mediante concilios católicos (universales) y mediante declaraciones papales (preferentemente dentro de un concilio y arropado por él).
La infalibilidad que Jesús garantiza a su Iglesia (“os lo enseñará todo”) cristaliza en su cabeza visible, el papa, de forma que sólo hay una voz, sólo hay una fe, sólo hay una doctrina (sólo una libre de error, claro). Esta promesa se da, como vimos, “hasta la consumación de los siglos”, así que no se limita a Pedro, sino a todos sus sucesores.
Jesús promete enviar a su Iglesia el Espíritu Santo para que la mantenga libre de error; no para que no exista la herejía, sino para que la Iglesia sepa librase de ella y sobreviva. No dijo Jesús que las puertas del infierno no se acercarían a la Iglesia, sino que no “prevalecerían” contra ella, o sea, que en la lucha contra el mal y el error, la Iglesia saldría siempre victoriosa, intacta.
Desde el principio, los cristianos estaban convencidos de que el Espíritu Santo velaba por su Iglesia y evitaba que las doctrinas erróneas (que enseguida proliferaron) pudieran triunfar y asentarse dentro. Para ello, desde el mismo inicio organizaron concilios donde discutir las diferencias que surgían, convencidos de que en esos concilios el Espíritu les ayudaría a establecer la verdad (véase en Hechos el Concilio de Jerusalén que organizaron los apóstoles). Pero junto a los concilios vemos desde el principio la autoridad mayor que muestra Pedro y luego sus sucesores.
Los protestantes señalan que en el Concilio de Jerusalén no fue Pedro el protagonista, sino Pablo, con lo cual cuestionan su papel de líder. Esto no es correcto, Pablo no fue el líder del concilio, sino quien planteó la cuestión que allí se trataba, o sea, quien llevó el problema buscando una solución. Quien presidió el concilio tampoco fue Pedro, sino Santiago, pues era él el jefe de la Iglesia de Jerusalén. Pero si leemos la descripción del concilio en Hechos 15 vemos que solo se recogen dos discursos, primero el de Pedro, que ofrece la solución que luego será aprobada, y luego el de Santiago, que comunica la decisión del concilio y la justifica haciendo referencia a Pedro y el razonamiento por él expuesto. Por tanto lo que vemos en el concilio es, más allá de las formas en sí, a Pedro liderando las decisiones y siendo el punto de referencia, aunque no el dictador que decide al margen de los demás. Con concilio o sin él, un Papa debe estar arropado por la Iglesia, no actuar al margen de ella, y en ese sentido el Concilio de Jerusalén marcó el modelo a seguir.
Eso mismo lo vemos en posteriores concilios, donde el patriarca de Roma tiene un peso especial y su opinión es respetada por todos. La lapidaria frase “Pedro habló por boca de León” recoge un buen ejemplo temprano de esta primacía. El Concilio de Calcedonia (año 451) se reunió para decidir sobre el monofismo (la creencia de que Jesús era sólo Dios, no hombre) que se estaban extendiendo por oriente. Tras los debates, el patriarca romano, San León Magno, ratificó el credo de Nicea y declaró las nuevas ideas herejes. Tras su declaración, toda la asamblea (suponemos que excepto los herejes) dijo la famosa alocución: “Esta es la fe católica. Pedro habló por boca de León”. Las definiciones dogmáticas de este concilio han sido reconocidas desde entonces como infalibles tanto por la actual Iglesia Católica como por la actual Iglesia Ortodoxa (las dos ramas en que quedó dividida la Iglesia original).
En el ejemplo de Calcedonia, que no fue la excepción sino la norma, hablamos de 630 padres conciliares, de los cuales sólo cinco eran del patriarcado romano, y aún así, su autoridad fue por todos aceptada como la principal. También vemos que el Papa no actuó imponiendo su voluntad en contra del sentir mayoritario, al contrario, recogió y dio forma sólida a ese sentir, y vemos también cómo la Iglesia en su conjunto consideraba infalible la doctrina que se aclaraba y fijaba (que no inventaba) en esos concilios.
Todos los dogmas de antes y ahora son declaraciones formales de algo que ya existía en la Iglesia, no ideas nuevas innovadoras que cambian la doctrina. Como vimos en el ejemplo anterior, la creencia en la infalibilidad de la Iglesia ya estaba establecida desde siempre, y el papel de Pedro y sus sucesores como cabezas de esa Iglesia también, aunque es cierto (y en esto las épocas pueden variar en uno u otro sentido) que a lo largo de los siglos el papel del Papa fue adquiriendo cada vez más relevancia y focalización. Esto se puede considerar deseable o un exceso, pero no un error doctrinal o una ruptura con la tradición. Precisamente el tener una sola voz es una de las grandes bazas de nuestra Iglesia y la garantía de unidad.
Así pues, en contra del mito, El Papa ni antes ni ahora actúa como un individuo dotado de poderes especiales que le sitúan por encima de la Iglesia, sino que está dotado para funcionar como catalizador, purificador y condensador de las ideas de esa Iglesia. El Papa no es un dictador doctrinal que impone sus ideas, es la cabeza visible y única que asume y difunde con una sola voz la doctrina de toda la Iglesia. Si un Papa se inventara una doctrina y pretendiera imponerla en contra del sentir general de la Iglesia, entonces tendríamos que admitir que “las puertas del infierno” han prevalecido contra la Iglesia, y eso todos los cristianos estamos de acuerdo en que no es posible.


PARTE 2
¿QUÉ NO ES LA INFALIBILIDAD PAPAL?
NO ES INSPIRACIÓN DIVINA
Muy por el contrario de lo que piensan muchas personas, la infalibilidad no significa que el Papa esté divinamente inspirado. Los Apóstoles y los Evangelistas recibieron este don, y sus escritos son aceptados como palabra inspirada por Dios. Más la Iglesia no afirma que el Papa esté inspirado, o que reciba alguna revelación divina, estrictamente hablando. Así, el Concilio Vaticano I (el mismo que proclamó este dogma) declara:
“Porque el Espíritu Santo no les fue prometido a los sucesores de Pedro, a fin de que ellos propaguen una nueva doctrina revelada, sino que, bajo la asistencia del Divino Espíritu, puedan preservar incólume, y explicar con toda fidelidad la revelación o depósito de la fe, trasmitido por los apóstoles”.
Por tanto el Papa no puede (ni mediante declaración dogmática ni ninguna otra) poner, quitar o modificar doctrinas de fe. Su misión es sólo preservarla y transmitirla tal como nos llegó desde los apóstoles y mantenerla libre de error.
NO ES IMPECABILIDAD
Es muy deseable que el papa, como cabeza más visible de la Iglesia, sea hombre de grandes virtudes y refleje en su vida los valores cristianos. Pero no es esa su función, su función es la de ser guardián de la fe, y si él como persona es un santo o un escandaloso pecador, eso tendrá consecuencias terribles para las relaciones públicas de la Iglesia, pero no para su integridad. Aún así, como es de esperar, la mayoría de los papas han sido poseedores de grandes virtudes:
De los 30 primeros papas, 29 murieron mártires por defender su fe (verdad es que los historiadores modernos ponen en duda algunos casos, pero ello seguiría dejando un porcentaje abrumador). De los 260 papas que ha habido, 69 han pasado a considerarse santos por sus grandes virtudes cristianas. Sólo 6 de ellos han sido de vida depravada (6 de 260!). Pero incluso algunos consideran que esos 6, o aunque fuese uno solo, son suficientes para no creer que los papas sean elegidos por inspiración del Espíritu Santo. A los que piensan así (católicos y no católicos) habría que recordarles que el mismo Jesús eligió directamente a sus 12 representantes y de ellos 1 fue Judas, que le traicionó (1 de 12). Con un poco de sana broma podríamos añadir que la Iglesia ha mejorado la proporción con mucho (pero mejor no lo decimos porque si alguien no capta la ironía del comentario podría considerarlo blasfemo). Y aún así, esas 6 ovejas negras del papado son un gran punto a nuestro favor, pues aunque hicieron mucho daño a la Iglesia en muchísimos aspectos, el Espíritu Santo, que les había elegido por alguna razón, hizo que a nivel doctrinal mantuvieran limpia y clara la fe de la Iglesia. Ni uno sólo de ellos causó el menor daño a la doctrina, incluso algunos lucharon eficazmente por limpiarla de algunas nuevas herejías. Esto prueba que el Espíritu se asegura de que el papa, en su misión de guardián de la doctrina, mantenga su infalibilidad, pero a nivel humano, cada Papa tiene que luchar con sus propias tentaciones igual que los demás, no posee a ese nivel ningún privilegio que le haga las cosas más fáciles.
Y yendo mucho más atrás y atacando al mismo primer papa, Pedro, los hay que dicen que Pedro dio muestras de muy poca infalibilidad doctrinal cuando fue capaz de negar a Cristo tres veces. Ante esto podemos decir por un lado que lo que hizo Pedro en las negaciones no fue una declaración doctrinal, sino mentir por miedo a que le mataran (con lo que sería un asunto de impecabilidad, no de infalibilidad), y si esto no basta, hay que recordar que Pedro fue “nombrado papa” más tarde, cuando Jesús ya había resucitado, por tanto en esos momentos todavía no era Papa ni había recibido del Espíritu Santo en Pentecostés la prometida infalibilidad.
Los protestantes a menudo mencionan también el famoso conflicto entre Pedro y Pablo mencionado por Pablo en su carta a los gálatas, conflicto que probablemente fue posterior al mencionado Concilio de Jerusalén. El concilio había decidido que los cristianos no necesitaban sujetarse a la Ley de Moisés. Pedro fue a Antioquía, donde estaba Pablo, y allí comía con los cristianos de origen pagano (algo considerado impuro por los judíos). Pero llegaron de Jerusalén unos cristianos judaizantes que no veían eso con buenos ojos, y por alguna razón (por evitar censuras o evitar conflictos) Pedro dejó de comer con los de origen pagano y muchos cristianos de origen judío le imitaron. Pablo, justamente, reprende a Pedro en público por su conducta acomodaticia. Pero esto no es una prueba de que Pedro cae en el error doctrinal, simplemente es un ejemplo de los defectos de todos los seres humanos, incluido el papa, incluido San Pedro (solo Jesús estuvo libre de defectos). El hecho de que Pablo reprendiera a Pedro públicamente tampoco significa un desprecio a su papel de líder y menos aún es la prueba de que Pedro no era líder de nada. Si Pedro o un Papa son hallados en una conducta reprensible, hasta el más “insignificante” de los cristianos católicos tiene perfecto derecho a levantar su voz y reprenderlo, pues con ello no se pone en cuestión su papel vicario sino que simplemente se pone en evidencia su debilidad humana y su falta de cohesión.
En el Concilio de Jerusalén Pedro mostró las cualidades que debe mostrar un Papa (sobre todo en asuntos doctrinales). Pablo no se inventó una doctrina nueva y le convenció de ella a Pedro, Pablo razonó y aclaró a Pedro que lo que él proponía (que los gentiles no necesitaban sujetarse a la ley de Moisés) se derivaba directamente del espíritu de la doctrina de Jesús, y razonó por qué. Sólo después de escuchar a Pablo y a los demás, tomó Pedro la decisión, también basándose en inferencias sobre las Escrituras, y tras su declaración, el asunto quedó zanjado, no por imposición de Pedro, sino porque su decisión fue reconocida correcta por todo el concilio (lo cual vemos por el discurso oficial de Santiago, el que presidía). Ahí tenemos a un papa, no a un dictador ni a un iluminado líder carismático.
EL Papa SE CREE PERFECTO Y LOS CATÓLICOS ASÍ LE CONSIDERAN
(por eso le llaman “su santidad”)
El título de “su santidad”, independientemente de que nos guste ahora más o menos, es simplemente un título honorífico, no indica que sea realmente santo, de lo contrario todos los papas pasarían automáticamente a ser declarados santos tras su muerte, y la mayoría no lo son. La santidad depositada en el Papa se refiere más bien al cargo que representa como vicario de Cristo, no a él como persona humana. Es la santidad del Espíritu Santo que protege su función y la santidad de Jesús, al que representa, lo que reconocemos al llamarle “su santidad”.
Pero tampoco tiene ningún fundamento quienes dicen que el Papa (además de ser el anticristo) se cree, o intenta hacer creer, que es santo y perfecto. El Papa reconoce tener las mismas debilidades a que están sujetos todos los demás hombres. Todas las mañanas al principiar la Misa, dice humildemente al pie del altar: “Yo pecador me confieso a Dios todopoderoso… que pequé gravemente en pensamiento, palabra y obra”. Asimismo, al ofertorio de la Misa, ora: “Recibe Padre santo, Dios omnipotente y eterno, esta Hostia inmaculada, que yo indigno siervo tuyo, te ofrezco por mis innumerables pecados, ofensas y omisiones”. Definitivamente, no parecen estas palabras de una institución, el papado, que se considera libre de pecado.
LOS CATÓLICOS ADORAN AL PAPA
Los no católicos se escandalizan de que un ser humano pueda arrogarse el don de la infalibilidad, que sólo pertenece a Dios, y lo declaran blasfemia. Pero el asunto a veces queda englobado en algo mucho peor: en muchos blogs protestantes he leído repetidamente la acusación de que los católicos “adoran” al Papa (y a la Virgen, y a los santos, incluso a las imágenes y reliquias) en lugar de adorar sólo a Dios, por lo que somos idólatras y en realidad no somos cristianos (!!).
Esto es un grave error de apreciación, cualquier católico se escandalizaría si su parroquia organizara un acto para “adorar al papa”. Sólo se adora a Dios, punto. Lo que los protestantes no entienden (los ortodoxos sí) es lo que nosotros llamamos “venerar”. Venerar es mostrar un profundo respeto, amor y devoción por algo que nos acerca a Dios de una u otra forma. Una imagen nos puede ayudar a conectar psicológica y emocionalmente con lo sagrado, por eso se puede venerar, los santos (incluida la más santa de los santos: María) nos acercan a Dios con su ejemplo y su intercesión, por eso se pueden venerar.
Pero la veneración es un acto tan religioso como humano. Una persona puede venerar a sus padres porque los ama y respecta profundamente, un patriota puede venerar a su país, y un enamorado puede sentir una total veneración por la foto de su amada que tiene puesta en el salón (no porque ame a la foto, sino porque al mirarla se siente más cerca de su amada, la siente más presente) y nadie les puede acusar de idólatras por ello. Cuando alguien nos acusa de idolatría por rezar y emocionarnos ante una imagen es como si alguien acusara de adulterio al marido que, estando su esposa ausente, se emociona y habla con su retrato al irse a dormir. Y volviendo al tema concreto del papa, los católicos, que le consideramos representante (vicario) de Cristo en la Iglesia, le veneramos y respetamos porque representa a Jesús, no por sus propios méritos.

PARTE 3
¿QUÉ ES REALMENTE LA INFALIBILIDAD PAPAL Y CUÁNDO ES EL PAPA INFALIBLE?
En 1870 El Concilio Vaticano I (reunión de obispos, teólogos, etc) declaró el dogma de la Infalibilidad papal con las siguientes palabras: “El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra (= con autoridad), esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia[2], irreformables.” (Constitución dogmática Pastor Aeternus, Cap 4)
O sea, no se declara que todo lo que dice el Papa sea infalible, sólo lo es cuando hace una declaración formal en ciertas condiciones. El propio Catecismo de la Iglesia (-891) nombra tres condiciones que deben reunirse para que una definición pontificia sea ex cathedra:
1- El Papa debe hablar “como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos”. (o sea, debe dirigirse a y hablar en nombre de la Iglesia universal, no por cuenta propia expresando su opinión personal)
2- El Papa “proclama por un acto definitivo la doctrina”. (Cuando el Papa claramente expresa que la doctrina es definitiva, no puede cambiar)
3- El Papa habla “en cuestiones de fe y moral” (por tanto no es infalible si habla de ciencia, política, economía, deportes o lo rico que está el repollo)
La misión de la Iglesia, y por tanto del papa, es la de preservar pura y sin contaminación la doctrina original cristiana tal como nos fue entregada por los apóstoles, y ninguna declaración ni dogma puede añadir o quitar nada a la doctrina original, sólo clarificarla y preservarla. El Papa no es el autor de la Revelación, sino su infalible intérprete y expositor. No tiene autoridad para quebrantar la ley divina o cambiar un solo ápice de la Escritura. Sus funciones se limitan a trasmitir incólume la fe a través de los siglos.
A esto se añade, en la práctica, que el Papa se convierte en portavoz y árbitro de la voz de la Iglesia, pero no puede usar su infalibilidad para oponerse a ella. Dicho de otro modo, el Papa puede “fijar” una doctrina que es aceptada por la mayoría, incluso tomar partido cuando hay conflicto de opiniones, pero si pretendiese imponer a la Iglesia algo nuevo, algo que la Iglesia no cree… bueno, ya lo comentamos anteriormente, las puertas del infierno no pueden prevalecer contra la Iglesia así que esta situación se considera imposible.
Total, que teniendo en cuenta todo lo que hay que tener para que una declaración papal se considere infalible, sólo se ha invocado oficialmente dicha infalibilidad en dos declaraciones papales, las declaraciones de los dos últimos dogmas marianos (la Inmaculada Concepción, 1854 y la Asunción, 1950), que son al fin y al cabo creencias aceptadas ya por la Iglesia primitiva (los mismos ortodoxos comparten estas creencias aunque las rechazan como dogmas porque no aceptan la autoridad del papa). Esto no quiere decir que con anterioridad no se considerasen infalibles declaraciones formales hechas por papas o concilios, pero vemos que estrictamente hablando, tras la declaración del dogma en 1870 sólo una vez el Papa ha usado esta infalibilidad para afirmar como dogma algo que la Iglesia siempre había ya creído. Juan Pablo II, por poner un ejemplo, fue Papa durante 27 y gobernó la Iglesia estupendamente bien sin necesidad de usar ni una sola vez la prerrogativa de infalibilidad.
Pero puede que la cuestión no sea tanto si la Iglesia (en concilio o en su cabeza, el papa) es infalible como si realmente era necesario y conveniente declararlo dogma. Al fin y al cabo, la Iglesia llevaba 19 siglos asumiendo que el Espíritu Santo la libraba de todo error, y nunca había sido necesario crear un nuevo dogma oficial en torno a ello. Francis Simons, obispo de Indore, escribió:
“En general los teólogos aceptan que sólo dos definiciones doctrinales de los papas reúnen con seguridad las condiciones requeridas para ser infalibles: las que se refieren a la inmaculada concepción de María y a su asunción en cuerpo y alma al cielo. Ambas definieron lo que ya era aceptado en la Iglesia de un modo general. Es, pues, difícil creer que realmente urgiesen o fuesen necesarias semejantes definiciones. Una prerrogativa que quizá sólo se ha usado dos veces en 1.900 años, y aún entonces únicamente para definir unas doctrinas que no precisaban con urgencia una definición infalible, difícilmente puede ser una prerrogativa necesaria.”
Un católico no puede negar la infalibilidad pero es una opinión respetable pensar, como este obispo, que no era necesario proclamarlo como dogma. Aún así, su afirmación de que esa prerrogativa “sólo se ha usado dos veces en 1.900 años” es ambigua y confusa. Si se interpreta como que la declaración de un Papa sólo ha sido infalible en dos ocasiones, es falso. Como hemos visto anteriormente, desde el principio Pedro y sus sucesores han hablado con infalibilidad en numerosas ocasiones. Lo que ocurre es que al transcurrir de los siglos, la doctrina de la Iglesia ha ido siendo fijada y cada vez era menos necesario el uso de la infalibilidad. Lo que sí es cierto es que, tal como se definió el dogma de la infalibilidad y las condiciones para su cumplimiento, sólo se ha utilizado esta manera concreta de proclamar una doctrina infalible en dos ocasiones.
Muchos opinan que si esta verdad no se hubiera convertido en dogma, la reconciliación de las diferentes iglesias cristianas sería más fácil, otros opinan que sin proclamar alto y claro esta verdad, precisamente en estos nuevos tiempos de acercamiento y diálogo -y de relativismo- se correría el serio peligro de “negociar” verdades de fe para buscar un compromiso, y la verdad es innegociable. Se puede considerar que la declaración del dogma fue conveniente o inconveniente, pero no es correcto decir que esta verdad fue “inventada” en 1870, la creencia de que el Espíritu Santo mantenía a su Iglesia libre de error (a través del Papa o de los concilios) la encontramos bien asentada desde el principio.
Y en cuanto al enfoque puramente apologético, no podemos esperar que un no-católico acepte que el Papa es infalible en alguna circunstancia, pero al menos sí podemos intentar hacerle entender qué significa realmente esta creencia para que no sigan repitiendeo de buena fe aquell falsedad de que los católicos creen que el Papa “nunca se equivoca” en lo que dice.

[1] “Santa” es por su carácter sagrado, por pertenecer a Dios, no porque sus miembros sean todos santos. En otras palabras la Iglesia es santa aunque sus miembros somos todos pecadores.
[2] “Y no por el consentimiento de la Iglesia” significa que la autoridad del Papa no proviene de un acuerdo adoptado por la Iglesia cediéndosela, sino que proviene de Dios.
Tomado de: apologia21.com