sábado, 13 de agosto de 2016
jueves, 25 de febrero de 2016
PARA UN CATOLICO QUE ES UN SINODO.
Naturaleza del sínodo de los obispos
El Sínodo de los obispos fue creado por Pablo VI el 15 de septiembre de 1965, en respuesta a los deseos de los padres del Concilio Vaticano II de mantener vivo elespíritu de colegialidad nacido de la experiencia conciliar. Durante las asambleas sinodales el Santo Padre y los obispos tratan ordinariamente cuestiones relativas a la Iglesia universal, aunque también pueden referirse a las Iglesias particulares. Un sínodo es, en términos generales, una asamblea de obispos convocados por el Papa y tiene como tarea ayudar al Romano Pontífice en el gobierno de la Iglesia universal dándole su consejo. Es el Sumo Pontífice quien convoca el Sínodo, elige el tema a tratar, designa a sus miembros, preside él mismo la asamblea o designa al Presidente y recibe las sugerencias presentadas por los obispos. El canon 342 introduce el capítulo dedicado al Sínodo de los Obispos en el Código de Derecho Canónico:
Canon 342: El sínodo de los Obispos es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo.
El canon 343 indica que se trata de un órgano consultivo, aunque el Santo Padre puede otorgarle en un caso determinado potestad deliberativa; el Papa entonces tiene la potestad de ratificar sus decisiones.
Se constituye como un órgano consultivo del Papa; aunque esté integrado en su mayoría por Obispos no se puede considerar como un órgano representativo del Colegio de Obispos, ni como una asamblea delegada de éste. Tampoco se puede decir que hace las veces de órgano permanente del Colegio de Obispos entre un Concilio y el siguiente, a modo de la Diputación permanente que se suele constituir en los Parlamentos. El canon 344 es claro al afirmar que «el sínodo de los Obispos está sometido directamente a la autoridad del Romano Pontífice».
Asambleas del Sínodo de los Obispos e integrantes
El sínodo tiene dos tipos de asambleas: asambleas generales y asambleas especiales. Las Asambleas generales del Sínodo de los Obispos tratan asuntos concernientes a toda la Iglesia; mientras que las Asambleas especiales tratan cuestiones que conciernen directamente a Iglesias y regiones determinadas. Además de otros ejemplos anteriores, hubo cinco Asambleas especiales del Sínodo de los Obispos en torno al año 2000, en que el papa convocó una Asamblea especial por cada continente.
A su vez las Asambleas generales pueden ser ordinarias y extraordinarias. Las Asambleas extraordinarias del Sínodo de los Obispos tratan cuestiones que exigen una resolución rápida. La diferencia entre una y otra es también la designación de los miembros de la Asamblea: en la Asamblea extraordinaria participan menos personas que en la Asamblea ordinaria, para facilitar la discusión rápida de los temas a estudiar.
A los miembros de la Asamblea del Sínodo de los Obispos también se les llama Padres sinodales. El canon 346 indica quiénes integran las distintas Asambleas del Sínodo de los Obispos:
Canon 346 § 1: Integran el sínodo de Obispos, cuando se reúne en asamblea general ordinaria, miembros que son, en su mayor parte, Obispos, unos elegidos para cada asamblea por las Conferencias Episcopales según el modo determinado por el derecho peculiar del sínodo; otros son designados por el mismo derecho; otros, nombrados directamente por el Romano Pontífice; a ellos se añaden algunos miembros de institutos religiosos clericales elegidos conforme a la norma del mismo derecho peculiar.
§ 2: Integran el sínodo de los Obispos reunido en asamblea general extraordinaria para tratar cuestiones que exigen una resolución rápida, miembros que son, en su mayoría, Obispos designados por el derecho peculiar del sínodo en razón del oficio que desempeñan; otros, nombrados directamente por el Romano Pontífice; a ellos se añaden algunos miembros de institutos religiosos clericales, igualmente elegidos a tenor del mismo derecho peculiar.
§ 3: Integran el sínodo de los Obispos reunido en asamblea especial miembros seleccionados principalmente de aquellas regiones para las que ha sido convocado, según la norma del derecho peculiar por el que se rige el sínodo.
El decreto de convocatoria del Sínodo determina el carácter de la Asamblea, así como el número de integrantes y forma de elección de los que proceden de las Conferencias Episcopales. La función de los Padres sinodales se refiere exclusivamente a la participación en la Asamblea para la que ha sido designado. Su función cesa cuando la Asamblea queda clausurada (cfr. canon 347 § 1).
Organización del Sínodo de los Obispos
Se debe recordar que el Sínodo de los Obispos recibe su potestad del Papa. Por eso, el presidente del Sínodo de los Obispos es siempre el Romano Pontífice. Puede designar a otra persona para que lo presida (cfr. canon 344, 5).
Se constituye una Secretaría General permanente. Su función es desarrollar los instrumentos de trabajo y demás documentación necesaria para celebrar las Asambleas del Sínodo. Al ser de carácter permanente, su función no cesa entre una Asamblea y la siguiente; antes al contrario, su función es clave entre asambleas para mantener la actividad sinodal. Las oficinas de la Secretaría General están en el Palacio de Bramante, Via della Conciliazione 34, 00193 Roma (Italia).
Como se puede ver, el Sínodo de los Obispos se constituye como un órgano único, que se reúne en Asambleas sucesivas. No se puede hablar con precisión, por lo tanto, de los Sínodos de Obispos en plural, pues propiamente sólo existe uno, que se reúne en diversas Asambleas, ya sean generales o especiales.
Para una Asamblea del Sínodo de los Obispos se pueden designar Secretarios especiales, que permanecen en su función sólo durante la Asamblea.
El derecho canónico no especifica el periodo en que debe ser convocado una Asamblea del Sínodo de Obispos. En la práctica se vienen convocando cada tres años; esta práctica quedó interrumpida al final del siglo XX, con motivo de la convocatoria de las cinco Asambleas especiales por continentes que se celebraron en torno al año 2000. En 2001 se celebró una asamblea general ordinaria, sobre la misión de los Obispos, y está prevista otra en octubre de 2005 sobre la Eucaristía.
Desarrollo del Sínodo de los Obispos
Además del decreto de convocatoria -en el que se incluye la designación de los miembros del Sínodo, tipo de Asamblea y asuntos a tratar- la Secretaría General generalmente elabora un instrumento de trabajo (instrumentum laboris) que se envía a los miembros. En él se contienen las líneas generales del trabajo que se pretende desarrollar en la Asamblea, así como las consultas que se ponen a la consideración de los Padres sinodales.
La Asamblea del Sínodo de los Obispos se desarrolla en Roma, aunque nada impide que tenga lugar en otro sitio. Las Asambleas ordinarias suelen desarrollarse en sesiones diarias durante un mes aproximadamente.
Las Asambleas del Sínodo de los Obispos finalizan con la clausura, que corresponde realizar al Papa. Además, queda suspendida ipso iure, cuando una vez convocada o durante su celebración, se produce la vacante de la Sede Apostólica; y asimismo se suspende la función de los Padres sinodales hasta que el nuevo Pontífice declare disuelta la asamblea o decrete su continuación.
El fruto del trabajo del Sínodo de Obispos son las actas del Sínodo, que se presentan al Santo Padre. Muchas veces del Sínodo aparecen propuestas, consultas y sugerencias. Todas ellas se contienen en las Actas que se presentan al Papa para su consideración. Hasta el momento, después de casi todas las Asambleas del Sínodo de Obispos el Papa ha promulgado una exhortación postsinodal que recoge las indicaciones que considera conveniente. Otros frutos han sido sugerencias que se han puesto en marcha; entre ellas, hay algunas tan importantes como la elaboración del Catecismo de la Iglesia Católica, sugerencia que procede de los Padres sinodales de la Asamblea del Sínodo de 1977, que tuvo como tema la catequesis.
Sabemos Nosotros porque jesus murio en una Cruz.
El Señor fue golpeado tan brutalmente que apenas podía mantenerse de pie bajo la pesada cruz. Jesús fue crucificado entre dos ladrones, aún sin haber cometido ninguna falta, fue tratado como un criminal sin merecerlo. Para ese tiempo la cruz era la forma más inhumana y humillante de morir y aún así Cristo clamó a su Padre diciendo “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34).
¿Por qué murió Jesús en la cruz del calvario? Juan 3:16 nos dice “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.
- Murió por amor: La misión de Jesús aquí en la tierra fue motivada por el amor sin igual que siente por cada uno de nosotros, aún si no merecernos ese amor. El no entregó su vida en contra de su voluntad, no estuvo obligado a hacerlo, pero aún así te amo tanto que entregó su vida por ti y por mi. Juan 10:17-18: El Padre me ama, porque sacrifico mi vida para poder tomarla de nuevo. Nadie puede quitarme la vida sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio. Pues tengo la autoridad para entregarla cuando quiera y también para volver a tomarla. Esto es lo que ordenó mi Padre.
- Murió para perdonar nuestros pecados: Para que todo el que crea en él no se pierda. Dios entregó a su hijo para que muriera en beneficio tuyo y mio. Nuestro padre celestial no deseaba que nadie se perdiera y por nosotros mismos no podíamos alcanzar ese perdón de pecados, así que Jesús fue ese sacrificio perfecto para perdón de nuestros pecados.Hebreos 9:15: Pues Cristo murió para librarlos del castigo por los pecados que habían cometido bajo ese primer pacto.
- Murió para darnos vida eterna: Para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.Todos sabemos que en algún momento nos llegará la hora de morir, nuestro tiempo aquí en la tierra es temporero, eso es ley de vida. ¿Pero que sucede después de la muerte? ¿Termina todo ahí? La respuesta es no, no todo termina ahí, al contrario, en ese momento comienza una vida que es eterna, y sólo hay dos lugares a donde podremos ir, o al paraíso con Dios o lamentablemente al infierno donde todos es castigo y sufrimiento.
Dios envió a su hijo para que ninguno de nosotros se perdiera, El desea que tu y yo pasemos una vida eterna junto a El y su hijo Jesús. En el cielo no hay sufrimientos, ya no hay dolor, no enfermedades, no hay nada que nos agobie. En una vida eterna junto a Dios solo hay paz, amor, gozo, y no hay palabras suficientes para describirlo ya que la misma Biblia nos dice que Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado, lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman (1 Cor 1:9).
YO NO SOY SOBERBIO.
YO NO SOY SOBERBIO, ¿QUIÉN DIJO ESO?
“Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (Santiago 4,6)
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. LA SOBERBIA Y LA ARROGANCIA
“Sed sumisos a los ancianos; revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. (1 Pedro 5, 5). Hablamos de soberbia y nos referimos a una actitud de arrogancia, y los soberbios se auto califican en sus hechos de grandiosos, magníficos, o estupendos, y disfrutan placenteramente en la contemplación de sus cualidades propias, con menosprecio a los demás.
Soberbia, es uno de los siete pecados capitales: “El principio de todo pecado es la soberbia (Eclo 10,15). (SUMA TEOLOGICA I-II Qu.84 a.2). Don Bosco también sostiene que: “El principio de todo vicio es la soberbia”. La soberbia consiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el honor y se pone uno en antagonismo con Dios (CIC 1866). “Que no sea neófito, no sea que, llevado por la soberbia, caiga en la misma condenación del Diablo”. (1 Timoteo 3,6)
La soberbia es el amor excesivo de la propia excelencia. Santo Tomás, sin embargo, confirmando la opinión de San Gregorio, lo considera el rey de todos los vicios, y pone en su lugar la vanagloria como uno de los pecados capitales. Al darle esta preeminencia lo toma en su significado más formal y completo. Entiende que es esa estructura mental en la que un hombre, a través del amor a la propia valía, aspira a alejarse de la sujeción a Dios Todopoderoso, y no hace caso de la órdenes de los superiores, aunque, San Agustín sentencia que hay que obedecer más a los que enseñan que a los que mandan. “La soberbia y la arrogancia y el camino malo y la boca torcida yo (El Señor) aborrezco”. (Proverbios 8, 13)
“La arrogancia, no provienen del Padre, sino del mundo" (1Jn 2,15-16) la arrogancia, la presunción y jactancia, solo puede vivir el corazón del soberbio y altanero, que “ama el pecado, ama los golpes, que busca la ruina” (Cfr. Proverbios 17,19) de los hijos de Dios, ya que pone en peligro la unión de todos los hombres.
“Haré cesar la arrogancia de los insolentes, y la soberbia de los desmandados humillaré”. (Isaías 13,11)
2. “PURA VANIDAD”.
“Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama”. (San Agustín)
Un profesor, les cuenta el testimonio de su vida de estudiante a sus alumnos. Según el para servir de ejemplo. Entonces les narró cómo fue él un estudiante responsable y que no había nadie tan puntual como él para llegar a clase. Lo más importante que les hizo saber, fue las estupendas calificaciones que él había obtenido y sin estudiar mucho, solo cultivando su natural inteligencia. Finalmente les dice, que gracias a Dios, el no necesito ayuda de los demás, que su personalidad era triunfadora y de mucho éxito. Dijo además que se sentía bien consigo mismo, y se felicitaba por ser mejor que los demás.
Luego se sienta sobre su pupitre, mira a sus alumnos y dice: Bien, ya les he hablado de una parte de mi vida, entonces vamos ahora a hablar de ustedes, por favor participen todos. Para empezar, comenten ustedes ¿Que les ha parecido mi vida de estudiante?
Dice San Agustín; “La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”
El cuento del profesor, creado para ilustrar el tema de la soberbia, nos recuerda un maestro presuntuoso, tal vez ridículamente engreído, cercano al típico profesor carente de razón o entendimiento. En otras palabras, está el deseo excesivo de mostrar las propias cualidades y de que sean reconocidas y alabadas. En otra palabras, “Pura vanidad”.
“Tú, en cambio, por el justo juicio de Dios cargarás con la pena merecida por tu soberbia. (2 Macabeos (SBJ) 7,36)
3. LA FIESTA DE MASCARAS QUE UTILIZA LA SOBERBIA.
En todo caso la soberbia es mucho más de lo que refleja la actitud del profesor. Pero hay que estar atentos, porque por lo general la soberbia no muestra la cara, siempre está bajo una máscara. Es decir, la soberbia está al acecho, observando a escondidas y con cuidado para no ser descubierta.
La soberbia, finge cualidades, ideas o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tiene. Descubramos esta fiesta de máscaras que utiliza la soberbia para contaminar la vida de los hombres. Estas son presentadas como un ideal principal, carácter íntimo o esencia de algo, esto es como un cierto espíritu.
a) Espíritu de Servicio: Es una persona abnegada y muy generosa, que nunca piensa en sí misma, sin embargo, manifiesta con gran pena “si no fuera por mí, nada se haría, soy la única que hace algo”
b) Espíritu de Justicia: Es una persona muy preocupada de que se haga justicia, pero no logra disimular el resentimiento o la indignación producida por el desengaño o por las ofensas, no conoce el perdón ni es capaz de calmar el disgusto o pena causados por algo que considera una falta de afecto o una desconsideración.
c) Espíritu de verdad; Es una persona que defiende la verdad a toda costa y no es capaz de medir su vehemencia. Actúa y se comporta sin tener en cuenta los derechos de los demás. Tiene un deseo irresistible de imponerse o dominar con mucha diferencia. Se creen siempre poseedor de la verdad y caen en el mal de llevar la contraria a todo.
d) Espíritu de la sabiduría: Es una persona intelectual, su severidad excesiva y escrupulosa, solo él sabe cómo se interpreta todo, exige exactitud y rigidez en el cumplimiento de una ley, una norma o una regla, su actitud es orgullosa y generalmente despectiva con los demás .
e) Espíritu de la enseñanza: Es una persona de mucho empeño e interés por enseñar, sus consejos son de los mejor, ellas son ejemplo de los que enseñan. Es una persona que dice las cosas por el bien de los demás. Son paternalistas y hacen sentir al aconsejado su superioridad y suficiencia.
f) Espíritu de coherencia; Es una persona que busca la conexión, relación o unión en todo, pero ella ajusta los criterios a su conveniencia e impone cambiarle el principio a las personas, para que su forma de pensar parezca buena.
g) Espíritu de generosidad: Es una persona generosa, los regala todo, sus obsequios son magníficos, aparatoso, lujoso. Todo lo que da lo hace para que los demás lo vean generosidad, humillando muchas veces al que recibe.
4. MODO DE SER DEL SOBERBIO
Francisco de Quevedo y Villegas, escribe: “Más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla.”
Pareciera que la soberbia está en todo y no nos salvamos de ellas. Pero además descubrimos que todos tenemos manifestaciones de soberbia. “La soberbia de tu corazón te ha engañado” (Abdías 1,3). Pero no nos sintamos ofendidos por esta última afirmación. Revisemos ese aire de dignidad y esa susceptibilidad, y no nos sintamos dolidos o enojados. Hagamos sí, un esfuerzo para descubrirla y amansarla, mitigarla o hacerla más suave y soportable. San Agustín sentencia que: “Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida”.
a) El soberbio es autosuficiente, porque él cree que se basta a sí mismo, que no necesita a nadie, ni de Dios ni de los demás. Además goza de gran autocomplacencia al sentirse muy satisfecho de sí mismo, entonces se gloria de sí mismo, el solo se auto alaba y se complace de todo.
b) El soberbio es orgulloso, se cree superior, por lo que trata de forma despectiva y desconsiderada a los demás, es decir es altanero, con actitud despreciativa hacia los demás en palabras, gestos y miradas. Además es vanidoso, aparenta lo que no es, todo lo que hace es una actuación para quedar bien, a costa de todo incluso de la verdad.
c) El soberbio no trepida y no tiene vergüenza para hacerse dueño de los méritos que no le corresponden, se apropia del éxito ajeno, y acomoda y adapta las cosas para sacar provecho de las iniciativas que no le pertenecen. Además pone todo su esfuerzo para vanagloriarse y presumir llamado la atención y arrogarse ventajas y beneficios, incluso derechos especiales que no goza todo el mundo.
d) El soberbio es aquel que desea imponer su propio juicio y gusto personal. Pero aún más, él quiere a toda costa que todos aprueben, acepten y apoyen sus opiniones, sus gustos e iniciativas, pero sin aceptar la de los demás. Además impone su orgullo, con cierta rebeldía, para que todo se haga como él quiere, y se molesta y muestra enojo si le contradicen.
e) El soberbio mira con malos ojos cualidades y éxitos de otros, entonces es envidioso y busca desanimar al que va bien, manifiesta su deseo de fracaso a otro que no es él. Pero además es egoísta, y busca ser el punto central, interesado solo por sí mismo y sus bienes y cosas.
f) La soberbia sospecha de todo, complica todo lo que puede, enreda las expresiones de los demás, es burlón e irónico, lastima y ridiculiza a otros. También su juicio es duro, terco, juzga despreciativamente al que puede e interpreta siempre mal los actos de las personas. Además vive cavilando, le da vuelta una y otra vez a las cosas y complicándola mucho más de lo que es.
g) El soberbio es ambicioso, se empeña a toda costa en triunfar, pasa por encima de cualquiera que se oponga a su éxito, busca todas las formas para sentirse bien consigo mismo. Es poderoso y mejor que los demás. Es calculador y para tener beneficios, reflexiona con cuidado y atención si va a tener perjuicios. Todo lo hace por conveniencia.
h) El soberbio es desconfiado, está siempre preocupado de que no le vayan a engañar. Esta siempre manifestando abiertamente como los demás se equivocan, está pendiente de los errores ajenos, crítica los defectos de los demás. Su intención siempre es dejar mal a la otra persona ante los otros. Es el tipo de persona capaz de emitir juicios temerarios y negativos sobre otros, sin importar si se tiene fundamento en la verdad.
Tal vez se puede decir que este es un crudo análisis del soberbio, o quizás cruel, áspero, despiadado por que intenta mostrar con realismo lo que puede resultar desagradable o afectar a la sensibilidad de quien lo lee.
Pero la verdad que aún hay más, porque es soberbio el que se desanima ante los propios errores y fracasos, como el que hace suya una actitud de desaliento, de pesimismo y de reproche. En efecto, la falta de aceptación personal, es decir, no estar conforme consigo mismo y por eso auto reprocharse y reprocharle a Dios por ser como se es, también es soberbia.
Sentencia el sabio: “La calzada de los rectos es apartarse del mal; el que atiende a su camino, guarda su alma. La arrogancia precede a la ruina; el espíritu altivo a la caída. Mejor es ser humilde con los pobres que participar en el botín con los soberbios. El que está atento a la palabra encontrará la dicha, el que confía en el Señor será feliz.” (Proverbios 16, 17-19)
EL Señor nos Bendiga
AVARICIA, EL AFÁN POR LA CODICIA.
AVARICIA, EL AFÁN POR LA CODICIA
“Sea vuestra conducta sin avaricia; contentos con lo que tenéis, pues él ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré; de modo que podamos decir confiados: El Señor es mi ayuda; no temeré”. (Hebreos 13,5-6)
Autor Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. EL ANSIA O DESEO DESORDENADO Y EXCESIVO POR LA RIQUEZA
Creo que la mayor cantidad de cuentos infantiles oídos por mí, muchos de ellos contados por mi madre cuando fui pequeño, hablaban de la avaricia, por eso desde siempre nunca he dejado de pensar sobre la maldad que hay en este vicio, el cual ha traído tantos males inimaginable a los hombres en todos los tiempos.
La avaricia es el afán excesivo de poseer y de adquirir riquezas para atesorarlas o la inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Y es así, como la avaricia es uno de los pecados capitales que está prohibido por el noveno mandamiento: “No codiciarás la casa de tu prójimo” (Éxodo 20, 17) y el décimo mandamiento; “No desearás la mujer de tu prójimo, codiciarás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo. (Deuteronomio 5,21)
“La avaricia (del latín "avarus", "codicioso", "ansiar") es el ansia o deseo desordenado y excesivo por la riqueza. Su especial malicia, ampliamente hablando, consiste en conseguir y mantener dinero, propiedades, y demás, con el solo propósito de vivir para eso, aunque que esto separe o te aleje de tu hermano.
Dice Santo Tomás: Cuando el amor desordenado de sí mismo se convierte en deseo de los ojos, la avaricia no puede ser retenida. El hombre quiere poseerlo todo para tener la impresión de que se pertenece a sí mismo de una manera absoluta. La avaricia es un pecado contra la caridad y la justicia. Es la raíz de muchas otras actitudes: perfidia, fraude, perjurio, endurecimiento del corazón y es un gran enemigo del entendimiento entre los hermanos y divide a las familias, así lo relata también Lucas: “Uno de la gente le dijo: -Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo-. Él le respondió: ¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? Y les dijo: Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes”. (Lucas 12, 13-15)
2. LA PSICOLOGÍA DEL AVARO
Teólogos y científicos han observado la psicología del avaro y han comprendido la perversión moral y psicológica de tal persona. El avaro se aparta de los demás, se encierra en sí mismo y se impone una austeridad que va incluso en contra de sus necesidades vitales. Come menos de lo necesario, pierde horas de sueño (para velar su fortuna), vive en la obsesión del robo o del incendio, piensa que todo el mundo le puede engañar y quitar lo que tiene.
Dice el Señor: Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero. (Mateo 6, 24). Así es, cómo algunos están enamorado del peso, (dinero), y aman más a este peso que el Señor, y si ven que alguien le va a tocar su dinero, de desestabilizan emocionalmente, se victimizan y se transforman en personas expertas en el manejo de los mensajes indirectos y disfrutan de mostrarse inocentes, disfrutando de contar sus tragedias o dramas, para bajar el buen ánimo a la persona que le critica, devolviéndole la culpa de no ser un buen hijo de Dios, claro al que se victimiza, no le interesa encontrar soluciones a los problemas de los que se halla víctima si se trata de compartir lo que tiene o lo que debe.
El instinto de conservación del avaro y codicioso, se manifiesta en esa perversión que no hace más que exagerar el instinto de economía y ahorro. Por tanto la avaricia sobrepasa la precaución y la prudencia; es un vicio espiritual, puesto que ha dado lugar a la precaución, y ambiciona no carecer de nada. La avaricia es la enfermedad del ahorro. A veces, este pecado es considerado como una virtud en razón de la modestia de vida del avaro y de su lógica ante el porvenir.
Es así, como cuando observamos a las personas que sufren del mal de la avaricia, dominada por la codicia, nos damos cuenta que raramente es consciente de serlo, sin embargo esa ansiedad de tenerlo todo, ese apego fuerte y egoísta a los bienes materiales, lo hace una persona destacable en su forma de ser en el sentido contrario a los valores morales del hombre de bien.
3. EL AVARO ES AMIGO DE LA CONVENIENCIA PERSONAL
La paradoja es que los avaros en muchas situaciones viven como un pobre para morir como ricos. Para el avaro, su fin es juntar, acaparar, y es amigo de la conveniencia personal, y a pesar de que conviven a nuestro lado, nunca son amigos de alguien por amor.
La avaricia es un deseo enfermizo, de cualquier cosa, no solo de dinero, y es el acopio del egoísmo, está ausente total de la bondad y generosidad, y se niega a participar en las necesidades del prójimo. En efecto el avaro es un ser negado, no le gusta compartir, es incomunicativo, extremadamente desconfiado, no conoce la solidaridad, nada de lo que le ocurre a los demás le importa, y por tenerlo todo es capaz de asociarse a la soberbia, y porque no decirlo llegar hasta el robo con por esa excesiva pasión de atesorar todo lo que se imagina.
La avaricia no está oculta, está delante de nuestro ojos, lo que sucede es que parece que hablamos poco de ella o no la asociamos a las cosas rutinarias de la vida, pero nuestra sociedad está en medio de ella. En efecto, la avaricia es la mejor aliada de la sociedad consumista, debemos tener el mejor automóvil, el mejor reloj, la mejor y última innecesaria novedad de la tecnología. Lo esencial no es que tengamos más o menos bienes materiales, sino la forma en que los usemos.
Nuestro noticieros hablan diariamente de los modernos “Avaros”, aquellos que a toda costa no piensan más que en enriquecerse, esos que buscan ocupar puesto de privilegios, incluso en el gobierno para tener algo mas y enriquecer sus arcas personales, o aquellos que les gusta en la política controlar todo o los que hacen de la corrupción y el soborno un arte para tener algún bien.
Hay quien se hace rico a fuerza de engaño y avaricia, y esta es la parte de su recompensa: cuando dice: “Ya he logrado reposo, ahora voy a comer de mis bienes, no sabe qué tiempo va a venir, morirá y se lo dejará a otros”. (Eclesiástico 11, 18-19)
Es así como el egoísta y codicioso, no puede decirse discípulo de Jesús, por eso dice el Señor en el Evangelio: “El que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,33)
4. EL CATECISMO CATOLICO Y LA AVARICIA
La avaricia es uno de los pecados capitales, está prohibido por el noveno y décimo mandamiento. (CIC 2514, 2534). Es importante en la vida del cristiano saber de este mal, para no caer en la insensatez y en esta tentación.
En el Catecismo Católico, (2536) se advierte que el décimo mandamiento prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales: Cuando la Ley nos dice: No codiciarás, nos dice, en otros términos, que apartemos nuestros deseos de todo lo que no nos pertenece. Porque la sed codiciosa de los bienes del prójimo es inmensa, infinita y jamás saciada, como está escrito: “El ojo del avaro no se satisface con su suerte, la avaricia seca el alma”. (Eclesiástico 14, 9).
En el punto 2450, expone: "No robarás" (Dt 5,19). "Ni los ladrones, ni los avaros...ni los rapaces heredarán el Reino de Dios"
5. EL AVARO, NO CONOCE LA GENEROSIDAD CON LOS DEMAS
Decía Mahatma Gandhi; En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos.
El avaro y codicioso, no gasta lo que debe, ni siquiera gasta tiempo en pensar en lo que debe, ni cuánto debe, tampoco se preocupa de pagar sus deudas, pero si siempre está pensado que le faltan muchas cosas, entonces comete la desfachatez, de hacerse la victima con engaños de pobreza y carencia para conseguir del otro lo que ambiciona. Dice Platón de los avaros; “El hombre que no pone límites a su codicia, siempre se le hará poco, aunque se vea señor del mundo”
Es así también como el tacaño nunca duerme con los dos ojos cerrados, siempre piensa que mientras duerme le quitaran lo que tiene, está pendiente en sus sueños de su caja de caudales, y cuando despierta lo atrapa el temor de haber perdido su tesoro.
Lo triste es que los hombres ricos y avarientos, nos guardan para los años de pocos recursos, tampoco lo hacen para dar a sus parientes y amigos cuando estos no tienen.
El avaro y miserable además, si presta es usurero, es así como mucha gente se ha empobrecido más con lo que le presta el avaro que con cualquier otra cosa. Pero por lo general, el avaro casi nunca presta, porque siempre ve la posibilidad de perder lo que tiene. En cambio el hombre generoso no tiene temor a prestar, porque sabe que si luego no tiene, habrá otro como el del cual recibirá ayuda.
6. POR MUCHO QUE TENGA, NADA PUEDE
¿Qué puede esperar una persona avara y llena de afán por la codicia de Dios? ¿Qué puede esperar una persona al que la avaricia le ha estrechado el corazón, de tal manera que le ha cerrado las puertas a la casa del Señor? Al contrario, que bien les ha hecho a los hombres recibir de Dios un corazón generoso, porque le abre al Señor las puertas de su morada.
El hombre mísero consigo mismo y con los demás, por mucho que tenga, nada puede dar, es así como no tiene para vestir al desnudo, el que ni siquiera compra un pañuelo, tampoco puede dar de comer, si ni siquiera gasta en su propio pan, y si tiene trigo, prefiere guardarlo o venderlo que hacer harina para su consumo. El avaro no cuida ni visita enfermos, pero lo más triste, es que no conoce la farmacia cuando tiene un mal propio o se cierra para hacer un gasto en el médico.
El avaro no puede regalar un calzado al descalzo, porque los suyos ya no resisten otro paso, como ni siquiera puede dar de comer a un niño pobre, ya que no gasta para alimentar los suyos.
Sin embargo, lo más triste del avaro, es que vive pobre toda su vida y cuando muere es rico en fortuna, y de nada le sirve.
Jesús nos ha recomendado que no acumulemos tesoros en la tierra, sino en el cielo, y nos ha hecho conscientes de que allí donde consideremos que está nuestro tesoro, allí estará constantemente nuestro corazón; “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6,21). En consecuencia, es importante que, especialmente en las profundidades del corazón, nos mantengamos libres de los “apetitos de la codicia” que nos llevan a este desordenado instinto de la ambición.
El Señor nos bendiga
La descrimiacion,un mal que tenemos que vencer.
LA DISCRIMINACIÓN,
UN MAL QUE DEBEMOS VENCER Y ELIMINAR, POR SER CONTRARIA AL PLAN DIVINO (GS 29)
“No haréis en juicio acepción de personas, escucharéis al pequeño lo mismo que al grande” (Deuteronomio 1,17)
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. DIOS AMA A TODOS LOS HOMBRES
El pueblo de Israel, y luego la Iglesia, (Documento La Iglesia ante el Racismo para una Sociedad más Fraterna) a pesar de haber tenido siempre conciencia de su elección particular por parte de Dios con vistas a su misión universal, no está dentro de su ideal el discriminar a las personas, sin embargo hay experiencias vergonzosas, esto ocurrió algunas veces, se trató de un grave peligro y ha sucedido en los momentos más oscuros de la historia del pueblo de Dios. Con todo, ya en el Antiguo Testamento la revelación bíblica presentó a Dios como padre de todos, especialmente en el libro de Jonás, proclamando la universalidad del amor de Dios. En el segundo diálogo con Jonás Dios intenta abrirle el corazón a los hermanos paganos: "Pero Dios dijo a Jonás: '¿Piensas que tienes razón de enfadarte por este ricino (arbusto de tallo grueso y leñoso)?' Él respondió: 'Sí, tengo tazón de enfadarme hasta la muerte'. El Señor le dijo: 'Tú te enfadas por un ricino que no te ha costado fatiga alguna, que no has hecho tú crecer, que en una noche ha nacido y en una noche ha muerto, ¿y no voy a tener yo compasión de Nínive, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no saben distinguir su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales?" (Jon 4,9-11).
Dios ama a todos sus hijos, porque Él es nuestro Padre: “Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti”. (Jeremías 31,3). Dios no nos ama por lo que nosotros hacemos, sino por lo que Él es: “Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es el Señor para quienes le temen”; (Salmos 103,13) y nos ama totalmente porque Él es amor; “Dios es amor” (1 Jn. 4,8), y no nos olvida en ninguna circunstancia: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido”. (Isaías 49,15)
Y lo más importante es que Dios no nos pone ninguna condición para amarnos, y nos ama tal cual somos, no es necesario que aparentemos los que nos somos para que Él nos ame, es más, Él nos ha hecho así y nos ama sin distinción de raza, condición social, país de origen, sin importar lo que hayamos sido o seamos ahora, con nuestros pecados y defectos, es decir nos ama incondicionalmente y su amor por nosotros no cambia; “Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, más mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá - dice el Señor que tiene compasión de ti. (Isaías (SBJ) 54, 10). Y es lo más hermosos de Dios, que nos ama con nuestra cualidades y defectos no nos deja de amar por los defecto, nos acepta y lo hace con amor, seamos ricos o pobre y no necesitamos ponernos máscaras delante de Él.
2. LA BONDAD DE DIOS ES UNIVERSAL Y NO HACE ACEPCIÓN DE PERSONAS.
Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: “Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas” (Hechos 10,34). La bondad de Dios es universal y no hace acepción de personas. Dirige la vida del mundo creado por su amor con el cuidado que todos ponen por sus cosas: "Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que hiciste, pues si algo aborrecieras no lo hubieses creado. ¿Y cómo subsistiría nada si no hubiese sido llamado por ti? Pero tú perdonas a todos, porque todo es tuyo, Señor, que amas cuanto existe" (Sabiduría 11,24-26). El libro de la Sabiduría recoge la idea del proyecto universal de salvación que Dios tiene para todos los hombres y que encuentra luego en el Nuevo Testamento, sobre todo en Pablo, su más alta cumbre. Dios le ha dado a cada uno de los hombres la sabiduría en una cierta medida, lo educa con ella, lo corrige y le ayuda a creer en él.
Pablo dice repetidas veces que la salvación es para todos los hombres: "(Dios) quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1Tm 2,4). En la carta a los Romanos, con un texto muy incisivo, dice cuál es la suerte de los paganos si observan la ley escrita en sus corazones: "Pues cuando los paganos, que no tienen ley, practican de una manera natural lo que manda la ley, aunque no tengan ley, ellos mismos son su propia ley. Ellos muestran que llevan la ley escrita en sus corazones, según lo atestiguan su conciencia y sus pensamientos, que unas veces los acusan y otras los defienden... Si los que no están circuncidados cumplen los preceptos de la ley, ¿no serán considerados como si lo estuvieran?" (Rm 2,14-15 Rm 2,26).
El Vaticano II ha vuelto a confirmar esta doctrina de la salvación universal ofrecida a todos los hombres, y en LG 13-16 ha especificado incluso el tipo de relaciones que los no-cristianos tienen con la Iglesia: "Finalmente, todos aquellos que no han recibido todavía el evangelio están ordenados al pueblo de Dios de varias maneras, en primer lugar los judíos en virtud de la elección..." (LG16).
3. CREERSE SUPERIOR A OTRA PERSONA Y NO ACEPTAR QUE SOMOS IGUALES ANTE DIOS
La discriminación es una actitud a partir de criterios terminantes lejos de la caridad. Creerse superior a otra persona y no aceptar que somos iguales ante Dios, impulsa a mentes soberbias a lastimar física y emocionalmente a otra persona. Es absolutamente odioso discriminar a las personas por criterios de edad, color de piel, color de ojos diferente, nivel de estudios, conocimientos, nivel social, pobreza, riqueza origen étnico, nacionalidad, religión, sexo, edad, discapacidad, condiciones de salud, embarazo, lengua, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto anular el reconocimiento y el ejercicio de los derechos y la igualdad que tienes todas las personas de tener las mimas oportunidades.
“Para quien cree en Dios, todos los seres humanos, incluso los menos favorecidos, son hijos del Padre universal que los ha creado a su imagen y guía sus destinos con amor solícito. La paternidad de Dios significa fraternidad entre los hombres: éste es uno de los puntos clave del universalismo cristiano, un punto en común también con otras grandes religiones, y un axioma de la más profunda sabiduría humana de todos los tiempos, la que rinde culto a la dignidad del hombre” (Pablo VI, Discurso al Cuerpo Diplomático, 14-1-1978)
Y Juan Pablo II insistía: “La creación del hombre por Dios "a su imagen" confiere a toda persona humana una dignidad eminente; supone además la igualdad fundamental de todos los seres humanos. Para la Iglesia, esta igualdad, enraizada en el mismo ser del hombre, adquiere la dimensión de una fraternidad especialísima mediante la encarnación del Hijo de Dios... En la redención realizada por Jesucristo, la Iglesia contempla una nueva base para los derechos y deberes de la persona humana. Por ello, cualquier forma de discriminación por causa de la raza... es absolutamente inaceptable” (Alocución de Juan Pablo II al Comité especial de las Naciones Unidas contra el apartheid, 7-7-198)
“Pero si tenéis acepción de personas, cometéis pecado y quedáis convictos de transgresión por la Ley”. (Santiago 2, 9)
4. IDÉNTICA DIGNIDAD DE LA MUJER Y DEL HOMBRE.
"Macho y hembra los creó" (Gn 1,27). Es interesante la alusión a la diferencia entre los sexos en una página didáctica como Génesis 1, estudiada en sus más pequeños detalles. Esta diferenciación sexual se enuncia no ya en los términos socio-psicológicos de hombre y mujer sino en los de macho y hembra. El individuo no existe asexuado; existe como hombre o como mujer. Y esta diversidad de sexos, indica el hagiógrafo, ha sido creada por Dios y se compagina maravillosamente con el designio óptimo de Dios: "Macho y hembra los creó... Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que todo estaba bien" (Gn 1,27 Gn 1,31). Del hecho de que el hombre (varón) ha sido querido y creado por Dios sexualmente diferenciado se deduce la perfecta igualdad y la idéntica dignidad de la mujer y del hombre. Tanto la mujer como el hombre son la imagen de Dios. El historiador del Génesis 1 ve en primer lugar en la diferencia de los sexos no tanto la relación interpersonal entre el hombre y la mujer como el significado biológico, es decir, la fecundidad: "Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra" (Génesis 1,28).
"De la costilla tomada del hombre" (Génesis 2,22). La formación de la mujer ocupa, junto con las relaciones de los sexos, un lugar privilegiado en Génesis 2. Más aún, no hay en toda la Biblia o en las literaturas del antiguo Oriente otro relato tan amplio y tan detallado sobre el origen de la mujer. Para resaltar la dignidad de la mujer, el autor sagrado no refiere inmediatamente su venida a este mundo, sino que la dibuja en tres cuadros sucesivos de desarrollo creciente A la creación de la mujer precede una deliberación divina; “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. (Génesis 2,18), La creación de los animales y su inútil desfile ante el hombre enseñan claramente la superioridad de la mujer (y del hombre) sobre las bestias. “Y el Señor Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, más para el hombre no encontró una ayuda adecuada”. (Génesis 2, 19-20) y luego tiene lugar la misteriosa creación de la mujer; este aire de misterio está precisamente garantizado por el sueño profundo del hombre (Génesis 2, 21). La identidad de naturaleza y la igualdad de dignidad de la mujer respecto al hombre, además de la natural atracción entre los sexos, se enseñan plásticamente mediante la "fabricación" de la mujer con una costilla del mismo hombre.
En la poesía del cantares por tres veces la esposa, con variaciones apenas perceptibles (2,16; 6,9; 7,11), canta el gozoso exclusivismo de la pertenencia de amor de él a ella ("mi amado es mío", "él me está anhelando") y de ella a él ("yo soy de mi amado", "yo soy para él"): aquí resulta clarísima la dignidad de la mujer y su perfecta igualdad con el hombre, además de la unicidad de su amor.
Así pues, es notablemente rica la enseñanza inspirada en el Antiguo Testamento sobre la mujer. La mujer es, en su aspecto psicofísico, la reproducción viva de Dios, y por tanto es capaz de someter la naturaleza y la vida mediante la autodeterminación y el don de la inmortalidad bienaventurada. El ser sexuada forma parte integrante de su personalidad. La mujer posee la misma naturaleza y la misma dignidad del hombre, de quien es compañera en la armónica comunidad matrimonial y social en general.
5. EL RACISMO Y LA DISCRIMINACIÓN
“Los prejuicios o las conductas racistas siguen empañando las relaciones entre las personas, los grupos humanos y las naciones. La opinión pública se conmueve siempre más. Y la conciencia moral no puede de ninguna manera aceptar tales prejuicios o conductas”. (Introducción del Documento La Iglesia ante el Racismo para una Sociedad más Fraterna)
El racismo es una ideología basada en la superioridad de una cierta raza o etnias sobre otras, ésta discriminación racial es un acto que suele estar generalmente fundado en una ideología racista.
El racismo existe en todos los países, en el mío, Chile, es como en muchos otros lugares, y abarca diversos tipos de discriminación racial o étnica por parte de un grupo de ciudadanos que piensan que son mejores que los nativos habitantes de mi país. Estas discriminación se remontan, al igual que en otros países de América Latina, al colonialismo del siglo XVI, específicamente durante la conformación del Imperio español y los procesos de exterminio, esclavitud o mestizaje de los nativos de esta larga y angosta faja de tierra.
Lo que yo he observado, es que en Chile, han sido víctimas del racismo y la discriminación étnica principalmente las personas de origen mapuches, (sur del país) aimara y quechuas (norte del país), también son objeto de discriminación los mestizos. Con la llegada de inmigrantes, se discrimina a otros hombres y mujeres principalmente sudamericanos como peruanos, bolivianos, ecuatorianos y colombianos y otros inmigrantes tales como personas de color, asiáticos y musulmanes. Por otra parte, existe una fuerte discriminación social a diversos niveles, tales como culturales y económicos.
En general el racismo en Chile actúa de modo encubierto, se realiza sin reconocerse como tal, y se está haciendo un esfuerzo por hacer un cambio, ya que en los últimos años han comenzado llegar muchos inmigrantes de diversas nacionalidades, mucho de los cuales han comenzado a integrarse en su nuevo país.
“Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada, por ser contraria al plan divino” (Constitución Gaudium et Spes, n. 29)
6. EL QUE ABORRECE A SU HERMANO
Drástica es la sentencia del Evangelista San Juan; “En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano”. (1 Juan 3, 10). La alusión a la caridad lleva al apóstol a desarrollar el concepto de amor al prójimo. Esto lo hace por medio de consideraciones místicas y prácticas con el fin de inculcar más profundamente el amor fraterno. La caridad es la que distingue a los hijos de Dios. El amor fraterno, practicado por el cristiano, es un aspecto de la justicia o de la observancia de la ley moral; “Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas”. (1 Juan 2,9). San Pablo nos dice que la caridad fraterna es la nueva justicia, el pleno cumplimiento de la Ley; “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud”. (Romanos 13, 9-10)
Por eso, nuestro Señor manda a los cristianos amarse los unos a los otros (1 Juan 3, 11). Este mandamiento es tan importante, que es el mensaje mismo de Dios a su Iglesia, es la recomendación suprema de Cristo. En la catequesis primitiva se insistía en este precepto de la caridad, que era el distintivo de los primeros cristianos.
Carta del Evangelista; “Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, (1 Juan 3, 14-19)
San Juan, para inculcar todavía mejor el precepto del amor fraterno, acude a una antítesis: el odio al hermano. El amor sugiere su opuesto, el odio, de la misma manera que los hijos de Dios se contraponían a los hijos del diablo. El tipo tradicional del odio fraterno era Caín que, llevado por la envidia, mató a su hermano. Los cristianos han de procurar no ser como Caín, el cual fue desde el principio el prototipo de los hijos del diablo. En la actitud de Caín y Abel se puede descubrir la actitud de todos los hombres: unos odian, imitando a Caín, otros aman, siguiendo a Abel. El primer fratricidio de la humanidad tuvo origen en la envidia, en el odio del malvado contra el justo. La justicia de Abel fue la que excitó el odio envidioso de su hermano. Las ofrendas de Abel eran agradables a los ojos de Dios, porque eran buenas y justas; y, en cambio, las de Caín no fueron aceptadas por Dios por el mal espíritu con que las ofrecía. Teniendo presente la historia de Caín y Abel, no hay que extrañarse que el mundo hay mucha gente que aborrece a su hermano. El odio pertenece a la esencia de los hombres mundanos, del mundo, y es el que lleva a los hombres a la perdición. Por el contrario, la condición de los cristianos es el amor, que tiene que suscitar necesariamente la envidia y el odio del mundo, sumido bajo el dominio del mal.
El no amar a su hermano será señal de que está muerto a la gracia, de que no tiene comunión vital con Dios. La caridad fraterna es el mejor signo para distinguir a los buenos cristianos de aquellos que no lo son. “¿De dónde sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida? —dice San Agustín —. Nadie interrogue a nadie. Que cada uno entre en su corazón. Si allí hallare la caridad fraterna, esté seguro que ha pasado de la muerte a la vida. Ya está a la derecha.”
7. “CARIDAD SIN HIPOCRESÍA”
El discípulo de Jesucristo ha de ser compasivo, como lo es Cristo. El corazón insensible no puede ser cristiano. El amor por el prójimo será la señal y la medida de la presencia activa del amor de Dios en el corazón del cristiano. El amor fraterno ha de ser efectivo. No debe limitarse únicamente a palabras, sino que ha de manifestarse en obras; “Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad” (1 Juan 3, 18), como, por ejemplo, en la limosna y hasta en el sacrificio de la propia vida. “Obras son amores y no buenas razones,” dice muy bien y con mucha filosofía el refrán popular. Estamos los cristianos a tomar muy en serio las exigencias de la caridad. El amor efectivo se muestra en las obras y no en bellas palabras. Santiago critica igualmente la hipocresía del rico que harta al miserable con solas buenas palabras; “Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: Idos en paz, calentaos y hartaos, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta”. (Santiago 2, 15-19).
Amar de verdad es amar como Jesucristo crucificado nos ha amado. De ahí que cualquier obra buena que hagamos en favor del prójimo ha de ser ejecutada con el mismo amor que animaba a Cristo sobre la cruz. El Señor y su discípulo no han de formar sino uno solo.
En la realización práctica de la caridad conoceremos que somos de la verdad, es decir, de Dios. Sólo cuando la caridad es activa y efectiva, nuestra conciencia nos asegura que llevamos una vida conforme a la voluntad divina y que somos hijos de Dios. El amor efectivo, que imita el de Cristo y procede de él, es la “caridad sin hipocresía” de que nos habla San Pedro; “amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos. Amaos intensamente unos a otros con corazón puro” (1 Pedro 1,22).
Mas esta instauración del reino en el mundo es sólo inicial, por lo cual se presenta muy imperfecta y parcial; en efecto, no todos los hombres han acogido a Cristo y su evangelio, ni en esta tierra han sido aniquilados todos los males; el odio, la guerra, la injusticia, la violencia, el racismo, la discriminación, el egoísmo siguen reinando en nuestro mundo. El reino mesiánico de paz, de amor, de fraternidad, de concordia es un ideal, si no ya una "utopía"; la sociedad de los hombres y las diversas naciones son presa de la rivalidad, e incluso de las guerras, de las luchas de clases y de las diferencias raciales. Aunque hay que admitir honestamente que con la venida de Cristo y con la acción de la Iglesia se han eliminado, o por lo menos se han impugnado abiertamente, muchas situaciones injustas y violentas de la faz de la tierra (como la esclavitud, la postergación de la mujer, la discriminación racial, etcétera), no se puede ignorar el mal todavía reinante en el mundo: el reino de Satanás está muy lejos de haber sido vencido. Sin embargo, la Biblia enseña claramente que, al final de los tiempos, el último acto de la historia lo constituirá la parusía, el retorno de Cristo a la tierra para la consumación y el establecimiento definitivo del dominio de Dios sobre todas las criaturas. Entonces cesará el tiempo y comenzará el reino de amor pleno, de felicidad perfecta y de vida rebosante; entonces el Padre será todo en todos y su presencia salvífica hará gustar a los suyos los frutos más bellos y más dulces; entonces la gloria del Señor inundará y rodeará a todos los justos y los transformará divinizándolos, mientras que los impíos, que han rechazado a Cristo y su palabra, serán condenados eternamente. El establecimiento definitivo del reino se presenta, pues, como un acontecimiento escatológico en el sentido más pleno y perfecto.
El Señor nos bendiga, nos cuide y nos aleje del mal de la discriminación
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