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martes, 8 de junio de 2021

La familia.

 

MONOGRAFIA FAMILIA DISFUNCIONAL

Los participantes del equipo integrado por LUISA AURELIA ROMERO ECHARRY, GALO MOLINA y GEORGE MAKHLOUTA, efectuamos una visita a una familia en fecha 10 de octubre 2015. La familia que visitamos se trata de un grupo familiar mal llamado disfuncional, fueron muy receptivos en las palabras de aliento que les trasmitimos y están muy interesados en los programas que se ofrecen para las soluciones a su problemática, el joven adolescente mostro entusiasmo cuando le hablamos de los grupos juveniles que conviven en nuestra Iglesia, y los invitamos a asistir a los celebraciones religiosas que se realizan en su comunidad. Conjuntamente hicimos una oración por la unión familiar.  Este grupo familiar está compuesto por un Matrimonio legalmente casados por las leyes civiles y por la Iglesia, de la unión han procreado dos hijos, ubicados en extracto social clase media, así tenemos, un grupo familiar aparentemente modelo, pero en su interior familiar viven la siguiente situación: el padre alcohólico sin profesión ni trabajo definido, mantiene en jaque (sosobra) al grupo familiar con las continuas peleas con la esposa e hijo, la esposa de profesión definida (enfermera), pasa todo el día fuera en su sitio de trabajo, y mantiene una relación extraconyugal, el hijo un adolescente quien ha desertado del liceo, con problemas de drogas, y policiales, y una niña, quien no convive con los padres por intento de abuso por parte del padre de la misma. Cuando esto ocurre con los miembros, decimos que se ha creado una familia disfuncional, es decir una familia ineficiente, problemática, que no funcionará bien, porque no sustenta, no escucha, no incentiva, critica y manipula y por lo tanto: una familia que no realizará sus objetivos. Como se evidencia de lo antes narrado es una familia disfuncional. Es un término bastante confuso, por lo cual este enfoque o concepto de familia disfuncional lo consideramos no apropiado para designar una problemática familiar, en todo caso se debería hablar de familia conflictiva o con problemas especiales, claro los problemas suceden en todas las familias pero con grados y niveles mayores o menores de conflictos o de situaciones conflictivas como por ejemplos:  a.- Violencia familiar. b.- Drogadicción. c.- Problemas de salud mental. d.- Situaciones de relacionamiento conflictivo entre los miembros Este grupo familiar va a ser el nexo entre el individuo y la sociedad y en este sentido es que los problemas familiares se pueden trasladar hacia el afuera, la sociedad. En este punto es que se podría hablar de disfuncional o mejor familia conflictiva o con problemas especiales. Nuestro actuar aplicando el método DOFA, fue el siguiente: Debilidades: Los aspectos disfuncionales del usuario o grupo familiar que le ubican en zona de vulnerabilidad social encontrados fueron: Hábitos, Formación, Situación laboral, Recursos económicos, Conocimientos, Habilidades para agenciarse recursos materiales y de aprendizaje, Deficiencias (físicas y psíquicas), Problemas de actividad, Problemas de participación, Dependencia, Estilo de personalidad que no favorece la calidad de vida (motivación, extroversión – introversión,…) deben ser controladas y superadas Oportunidades: Serían aspectos tales como: Grupo de personas dispuestas a ayudar (amigos, voluntarios…), Servicios sanitarios apropiados y accesibles. Fortalezas: Elementos funcionales de la familia/persona que hacen a éstos “fuertes” y “competentes”. Tendrían especial importancia aspectos tales como: Buena salud física y psíquica; autonomía, Disponibilidad de tiempo, Capacidad de aprendizaje, Habilidades variadas o puntuales necesarias para la situación, Recursos materiales, Actividades que realiza, Participación. Amenazas: Aspectos externos a la unidad familiar que son ajenos a ellos pero que no favorecen su inclusión social. Falta de recursos o escasez de los mismos (tanto económicos como de servicios) Aquí haríamos referencia a aspectos económico de la situación del individuo, Falta de apoyo personal o escasez del mismo, Contexto ambiental y personal que refuerza su situación. También son aspectos de la propia persona / familia que pueden suponer factores de riesgo, como una posible vuelta a una adicción o una conducta antisocial.

sábado, 10 de marzo de 2018

LA CONFIGURACIÓN CON CRISTO REVELADO EN LAS ESCRITURAS.
 La Configuración con Jesucristo es el ideal de la vida cristiana.
Parte de esa configuración es la imitación moral de su vida. El mismo santo fue un seguidor hasta literal de la vida de Jesús.
            No podremos llegar a Dios sino es a través de Jesucristo, imitando su vida, siguiendo sus enseñanzas , recibiendo su Espíritu.
            De ahí la importancia que Juan de Ávila da a la contemplación de su vida, algo de ello hemos visto al hablar en temas anteriores de la oración, a este respecto varios textos transcritos en otro lugar podrían añadirse a los que ahora se citan y que comprenden estos dos apartados.
 La santidad que no pasa por Jesucristo, no es ni la tengo por verdadera santidad.  
” Oración y lección” aconseja a menudo Juuan de Ávila a discípulos y personas por él espiritualmente dirigidas y la mejor lectura la de la Sagrada Escritura, ” hasta saber recitarla de coro.” ” Pues según el dicho  de san Ignacio de Loyola, si se perdiera la Sagrada Escritura la encontraríamos toda ella en el Maestro Juan de Ávila”.
 Es éste un consejo propio de la espiritualidad en la que se mueve el Maestro Ávila, ajeno, hasta no hace mucho, al uso de la Iglesia, en la que los fieles recibirían mediatizado el alimento de la Palabra de Dios.
“Aquél entiende las Escrituras, que en ellas entiende a Cristo,                                                         LA SANTIDAD CRISTIANA

El camino de la perfección pasa por la cruz.                                                       No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual                                     “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman... a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó”.    ‘Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad’. Todos son llamados a la santidad: ‘Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’:

Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo, para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen, y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos.

El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo.             Esta unión se llama ‘mística’, porque participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos -‘los santos misterios’- y, en El, del misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con El, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos.

“El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual . El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas:

El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce .

Los hijos de la Santa Madre Iglesia esperan justamente la gracia de la perseverancia final y de la recompensa de Dios, su Padre, por las obras buenas realizadas con su gracia en comunión con Jesús . Siguiendo la misma norma de vida, los creyentes comparten la ‘bienaventurada esperanza’ de aquellos a los que la misericordia divina congrega en la ‘Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que baja del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo 
                                                                                                                                                                     Uno de los principales retos de la teología actual consiste en mostrar cómo la Palabra de Dios puede contenerse en las palabras humanas y, más en concreto, cómo es posible reconocerla en esas palabras humanas puestas por escrito que son las Sagradas Escrituras.
El segundo reto, conectado íntimamente al primero, tiene que ver con la Iglesia. Ella «nace» y «renace» cuando la Escritura inspirada es leída en medio de la comunidad creyente. Quienes acogen esta Palabra son conducidos por el Espíritu Santo, a través de la oración personal y litúrgica, a vivir una espiritualidad de la acogida y la hospitalidad.
El tercer reto cierra el círculo de la reflexión teológica. Los recursos insospechados que suscita la auténtica escucha de la Palabra en la Iglesia desarrollan un peculiar estilo de vida que urge a afrontar, con la sociedad humana, el futuro radicalmente abierto e incierto del mundo.
La moral y la santidad del Hombre Nuevo
Moral y Ética

Descripción del Hombre Nuevo, que vive según Dios, que imita a Jesucristo.


Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net 




El centro del mensaje cristiano, tal como lo enseñó Jesucristo es el amor a Dios y al prójimo (Mateo 22, 34–40). Si se opta por este principio la vida humana se verá influenciada por él, se irán concretando nuevos comportamientos, configurando al Hombre Nuevo que vive según Dios, que imita a Jesucristo.

En ocasiones puede parecer muy difícil encarnar este Hombre Nuevo, parecería que es una tarea imposible, pero el hombre no está solo para la realización de este proyecto, cuenta con Dios que actúa desde dentro de cada bautizado, además del apoyo que la Iglesia le brinda a través de a oración, de sus enseñanzas y los sacramentos.


El Hombre Nuevo

El ser humano tiende a buscar un modelo de comportamiento. El problema de hoy en día es que muchas veces, el joven o el adulto buscan ídolos, que no lo son, se imitan a deportistas, artistas, etc. No tenemos mas que ver las modas que estas figuras implantan, ropa, cortes de pelo y demás.

Lo curioso es que cantar como Ricky Martin, Plácido Domingo o cualquier otra persona, es casi imposible de lograr, pero aún así hay una insistencia tremenda por parecerse, pero cuando ponemos a Jesucristo como modelo, la respuesta que recibimos es “eso es imposible, pues Él era Dios”.

No nos damos cuenta que imitar a Cristo es más fácil, lo único que se necesita es tomar el Evangelio y ver que todo es cuestión de virtudes, desde las humanas hasta las morales, sinceridad, amor, mansedumbre, vida interior, etc. Normalmente pensamos que todo esto es muy difícil, nos olvidamos de que contamos con muchísimas gracias; los sacramentos, la oración, el ejemplo de los santos. Al lograrlo obtendremos mayores frutos; paz, felicidad, etc y sobre todo la vida eterna..

No hay que pensar que esta imitación la vamos a lograr en poco tiempo, pues es una lucha que dura toda la vida, aunque se logren ciertos avances, ni tampoco significa una vida sin defectos, siempre será un esfuerzo, un trabajo constante. Además esta imitación no es un asunto privado entre Dios y yo, sino que hay que compartirlo y darlo a los demás.

Si queremos vivir verdaderamente la moral cristiana tenemos que imitar a Cristo en la vida ordinaria. No esperemos a las grandes oportunidades u ocasiones, la mayoría de las personas no tienen esa oportunidad. Puede ser que cuando nos llegue estemos tan desacostumbrados a imitarlo que no sabríamos cómo hacerlo. No siempre será fácil descubrir lo que Cristo haría en las diversas situaciones de la vida, para ayudarnos a vislumbrarlo tenemos el Magisterio de la Iglesia.

Cristo en su infinita bondad y para no dejarnos solos, con el fin de que todos sepamos actuar nos deja a la Iglesia para que nos gobierne, enseñe y santifique.
Todos los hombres estamos llamados a la santidad, por lo tanto, la santidad es algo posible. Para alcanzarla necesitamos construirla sobre las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, hasta que lleguen a ser parte de nuestra vida diaria.

La acción del Espíritu Santo

Para ello contamos con la ayuda del Espíritu Santo (Col 3, Ef 4) que es quien nos da el don maravilloso de la santidad. Él es quien la edifica, al hombre sólo le toca corresponder.

El meollo del asunto se encuentra en que los hombres nos olvidamos que no podemos hacer las cosas por nuestras propias fuerzas, que necesitamos ayuda. Nadie puede avanzar en el seguimiento de Cristo, en la verdadera vivencia del cristianismo sino cuenta con la ayuda del Espíritu Santo. Por eso es necesario estar abiertos a la acción del Espíritu Santo en nosotros, escucharle, dejándolo hablar en nuestro interior y actuar según nos dice.

Por medio del Bautismo, por la acción del Espíritu Santo nos hacemos lo que se denomina Hombre Nuevo, es decir el hombre regenerado por el sacrificio de Cristo que se convierte en hijo de Dios y miembro de la Iglesia.

Para ser Hombre Nuevo hay que nacer por obra del Espíritu Santo. Él con sus gracias va reforzando al hombre que vive guiado por Dios. Desgraciadamente, en la actualidad, como consecuencia de una vida acelerada, sin reflexión, superficial, muchas veces no se hace un poco de silencio interior para escuchar la voz de Dios, en ese lugar íntimo que pertenece a Dios y a cada hombre.

Sólo desde ahí se conocen en profundidad las grandes incógnitas de la vida: el dolor, la muerte, el sentido de la vida, la felicidad, el amor, el pecado, la donación al prójimo, la relación con Dios Padre, sólo así el hombre se descubre a sí mismo, pudiendo apreciar la vida de otra manera, con los ojos del amor y de la moral. La Iglesia le reza al Espíritu Santo para que ilumine a los hombres. Dominum et Vivificantem nn 52, 58, 67 


Los Sacramentos y la vocación a la santidad

El cristiano por el Bautismo entra a formar parte de la Iglesia, se hace hijo adoptivo de Dios y comienza en él una vida nueva, la vida del Hombre Nuevo. Para ello se le otorgan todas las gracias necesarias. Dejando atrás todo lo que las consecuencias del pecado trae y comienza el seguimiento de Cristo.

El Sacramento de la Confirmación lo refuerza dándole las gracias necesarias para poder ser un auténtico testigo de Cristo en todo momento, en especial, en aquellos momentos difíciles, dándole fuerzas y valentía.

Estos dos sacramentos lanzan al hombre hacia la santidad, edificando la vida según los planes de Dios y expresados por Jesucristo. A partir de ellos, se busca la verdadera santidad, la imitación de Cristo.

El sacramento de la Eucaristía tiene gran influjo en la vida moral del hombre nuevo. En él se logra la unión más íntima con Jesucristo y este sacramento es la mayor fuente de gracias que recibe el cristiano. Por ello, hay que aprovechar todas estas gracias, viviendo conscientemente la participación en el banquete, con un gran deseo de corresponder a este don de Dios.


La cruz y el sacrificio en la vida cristiana

Cristo murió en la cruz por los hombres y su redención. Pudo haber escogido cualquier otro tipo de muerte, pero quiso mostrarnos su Evangelio, encarnando el amor y llevándolo hasta el extremo. Al mismo tiempo con su muerte le da un nuevo sentido al sufrimiento del ser humano.

El sufrimiento es algo real en la vida del hombre, todos los hombres sufren en un momento u otro. Le es muy difícil encontrar un consuelo y es en Jesucristo donde se puede encontrar una motivación, un ejemplo de aceptación con alegría y esperanza.

Si leemos el pasaje del Evangelio del Buen Ladrón (Lc 23, 9-43), vemos que el buen ladrón fue el primero que comprendió el valor del sufrimiento unido a Cristo. También aparece en este pasaje la manifestación de aquellos que en el sufrimiento se rebelan contra Dios. Para estas personas el dolor es pura amargura, no tiene sentido.

El sufrimiento sigue siendo un misterio para la mayoría de los hombres, pero para los cristianos tiene un valor, está ordenado a la salvación eterna. Por eso ofrece sus sufrimientos a Dios y obtiene gracias para él y los demás, completando y uniéndose al amor infinito y al sufrimiento de Cristo. Se puede decir que el cristiano al contemplar en sí mismo el sufrimiento y los dolores de Cristo descubre en ellos al Cristo de la pasión y de la resurrección. Salvificis Doloris.


Vivir en obediencia y amor al Papa y al Magisterio de la Iglesia

El hombre nuevo debe vivir en obediencia y amor al Papa porque sabe que es su Vicario en la tierra y la cabeza visible de la Iglesia y es vínculo de unión entre todos los cristianos.

En el Evangelio encontramos el fundamento dele amor al Papa como consecuencia del amor a Cristo Mt 16, 13-20. En este pasaje se encuentra contenida la revelación sobre el papel y la auténtica identidad de su Vicario. Cristo desea que se le reconozca su identidad divina, sus poderes y explica su misión.

Además por la fe sabemos que el Papa es el encargado de guiar a su Pueblo. Por eso, es obligación del cristiano leer los escritos del Santo Padre, difundir su doctrina, obedecer fielmente y defenderlo ante cualquier crítica a su persona o a su imagen.

Junto al Papa, se encuentra la Iglesia desarrollando su función de guía.


Moral de la Caridad

El cristianismo es comparado con otras religiones o con ideologías o con doctrinas filosófico-teológicas. En realidad el cristianismo no es nada de eso, no es creación de la mente humana. “El cristianismo es una auténtica revelación de Dios que se hace al hombre por amor al hombre para abrirle el camino a la vida eterna y mostrarle un ejemplo de conducta”.

El cristianismo es la respuesta del hombre a la llamada de amor de Cristo. Esta respuesta del hombre es una respuesta de amor real, eficaz, concretado en un respeto y veneración a toda la herencia que Cristo nos ha dejado.

Este amor no es algo externo sino que nace del corazón, del interior del hombre y se manifiesta en sus obras. El cristianismo es la religión del amor, del seguimiento de Cristo. Y este amor exige radicalidad, no se puede ser mediocre: o se ama a Dios y al prójimo o se ama al yo, a sí mismo.

Al final de la vida seremos examinados en el amor y sólo contará lo que hayamos hecho por Dios y los demás.

Lectura complementaria:

Catecismo de la Iglesia Católica nn 2012-2016, 2044-2046

Apostolicam Actuositatem. Sobre el apostolado de los Laicos.
¿Cuáles son las fuentes de la santidad?
GPS para la santidad: Capítulo I
No tengáis miedo de ser santos del Nuevo Milenio: asumir con valentía, el reto a vivir la vocación universal a la santidad
Si Dios es tres veces santo y es la santidad misma, es Él la fuente de la santidad. A Él tenemos que acudir para saciar nuestra sed de santidad. Es Él quien nos hará santos. Pero requiere nuestra colaboración: el ir a Él, el ir a esa Fuente, pues nunca me obligará, y beber de esa agua que Él me ofrece. Y lógicamente, debo corresponder a tanta gracia o don de Dios.
LA DEVOCIÓN AL CREADOR
La contemplación del mundo creado es el fundamento de la religiosidad del hombre (Rm 1, 20; Salmo 18, 2-7; Sab 13, 1.9; Hch 14, 15-17). La creación nos muestra una variedad casi infinita de seres creados; desde el virus que se mide en milimicras, hasta la ballena de treinta metros; desde la fascinante concha nacarada hasta las alucinantes magnitudes de las galaxias que distan de nosotros millones de años-luz. La inmensidad de la creación es un reflejo formidable de la infinitud del Creador.
La contemplación de la creación nos pone enigmas insolubles: ¿Dónde tiene su origen el milagro de la vida? ¿Cómo explicar la perfección y complejidad de sus delicadas funciones? ¿Cómo explicar esos vuelos migratorios de cinco mil kilómetros, de día, de noche, con tormentas, con rumbos infalibles? ¿El vuelo de los murciélagos en la noche? (Leer Job 38, 1-41). ¿Y el hombre?
Ante esto, el hombre no puede menos de enmudecer, doblegándose en la adoración.
La pregunta ante este admirable espectáculo de la creación es ésta: ¿Qué tiene que ver la creación con mi santificación?
Dios me puso todo para que llegue a Él, fuente de la santidad. Me creó para llegar a Él, que es mi fin. Me dotó con todo para el camino: inteligencia y voluntad libre. Gracias a estas capacidades –inteligencia y voluntad- puedo conocer sus signos y alabarle y admirar su poder. El llegar o no llegar es cuestión mía.
San Agustín nos dice que toda la creación canta la presencia de Dios: “Él nos hizo...somos hechura de Dios” (Confesiones 10. 6). San Francisco de Asís descubría al Autor de la creación en todo. Por eso, caminaba con reverencia sobre las piedras, abrazaba con indecible devoción todo...agua, sol, campos, animales.
LA CONFIANZA EN LA PROVIDENCIA
La Providencia de Dios es el cuidado, el gobierno de Dios sobre el mundo, la ejecución aquí y ahora de su plan eterno. Todo cuanto sucede es providencial. Este gobierno lo lleva a cabo mediante las leyes físicas en las cosas inanimadas, y mediante las leyes morales en el hombre.
El plan que ha puesto en mí Dios es ser santo. Quizá los caminos por donde Él me lleva para ser santo no me gusten o no los entienda. Por ejemplo, la Biblia nos narra el ejemplo de José vendido por sus hermanos: “No sois vosotros los que me habéis traído aquí; es Dios quien me trajo y me ha puesto al frente de toda la tierra de Egipto” (Génesis 45, 8; 39, 1 ss).
Recordemos la trayectoria de Jesús.
Esta Providencia divina tropieza ante el problema del mal: ¿Por qué?, y ante el pecado de los hombres. Respondemos: todo lo que sucede es voluntad de Dios, positiva o permisiva. San Agustín dice: “El pintor sabe dónde poner el color negro para que salga un hermoso cuadro; y, ¿no sabrá Dios dónde poner al pecador para que haya orden en el mundo?”.
¿Qué tiene que ver la Providencia de Dios con la obra de mi santificación? Abandonándome a las manos de Dios llegaré a la santidad. Y esto me dará serenidad y fortaleza.
III. JESUCRISTO
Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Nos ha dado su Iglesia, su vida, su sangre, su doctrina. Él llega a ser modelo para mí.
Toda la gracia que necesitamos para ser santos y llegar a la vida eterna, Dios nos la ofrece por medio de su Hijo Jesucristo, a modo de regalo de amor, totalmente inmerecido por parte nuestra.
Al mismo tiempo, Jesucristo nos da a gustar la gracia sobre todo a través de la vivencia de los sacramentos, la lectura del evangelio, la oración sencilla y humilde y en mil ocasiones durante el día con luces, inspiraciones y sacrificios que le ofrecemos.
La palabra gracia no es un concepto solamente. Es una realidad. Diría más: la gracia es encuentro con Cristo. La gracia es la savia que necesitamos como sarmientos para tener vida espiritual, es decir, la vida de Dios que nos va haciendo santos. Y esa savia la recibimos de Cristo que es la verdadera Vid (cf. Jn 15, 1-8).
Esta gracia que nos perfecciona, nos ayuda, nos ilumina, nos fortalece…no la vemos con los ojos del cuerpo. Es una realidad espiritual, invisible, pero real. Es lo que necesita nuestro organismo espiritual para crecer, alimentarse, al igual que necesitamos la comida para la salud del cuerpo.
No pretendo aquí explicar todo el tratado de la gracia, pues no es el caso, ni los diferentes tipos de gracias. Me llevaría mucho tiempo y muchas explicaciones. Sólo quiero anotar los dos tipos de gracia más importantes:
La gracia santificante que recibimos el día del bautismo, gracias a la cual Dios nos hace justos, al borrar de nosotros el pecado –tanto el original como el actual, si nos bautizamos de adultos-; y por lo mismo, nos hace santos, amigos e hijos adoptivos de Dios, hermanos de Cristo, partícipes de la vida divina, templo de la Trinidad Santísima y herederos de la gloria eterna. Y esta gracia da valor y mérito sobrenatural a nuestros actos, aunque sean pequeños. Y con esta gracia santificante van unidos unos dones sobrenaturales, también regalados por Dios, llamados dones del Espíritu Santo y virtudes teologales y morales, que veremos más adelante. Esta gracia santificante puede ir creciendo, si nosotros la cultivamos mediante la oración y los sacramentos. Y podemos perderla, quebrarla, si pecamos, como explicaremos también después.
La gracia actual: es la gracia de Dios que necesitamos en el día a día para convertirnos continuamente y llegar a la santidad. Por tanto, más que una gracia actual son diversas gracias actuales de Dios con las que nos va iluminando nuestro entendimiento y moviendo nuestra voluntad para realizar actos buenos y meritorios. Dios nos concede estas gracias a través de una lectura, un buen ejemplo de alguien, escuchando una predicación, experimentando una prueba o una enfermedad. Se llaman gracias actuales porque nos son dadas en cada caso para realizar una acción buena. Por eso también se llaman gracias transitorias, porque pasan en un cierto momento del día, incluso cuando menos esperábamos. Si las aprovechamos, creceremos en la santidad. Si no, ¡qué pena!
Estas gracias actuales se distinguen de la gracia santificante, porque ésta es habitual, no transitoria, e inherente en el alma. La gracia actual es absolutamente necesaria para obtener la salvación. Pero ella sola no es suficiente para salvarnos. Para esto es indispensable poseer la gracia santificante. Pero la gracia santificante no se puede obtener, conservar ni recuperar sin las gracias actuales; por eso estas son necesarias para nuestra salvación y para nuestra santificación. De tal modo que, aplicando esto a ejemplos concretos, podemos decir que las gracias actuales son necesarias para tener fe, para querer el bien, para hacer obras meritorias, para vencer las tentaciones, para convertirse y perseverar. Las gracias actuales al pecador le ayudarán a convertirse; al cristiano mediocre, le llevarán a querer una vida más santa; y al hombre adelantado en la virtud le inspirarán una mayor abnegación de sí mismo y una entrega más plena y total.
Cristo nos trajo la gracia santificante con su Pasión, Muerte y Resurrección. Pero ha puesto unos canales por donde él distribuye esta gracia. Y estos canales son los sacramentos. Y cada uno de nosotros recibe esta gracia santificante en la medida en que se acerque a los sacramentos. Aquí se ve la importancia de bautizar rápidamente a los hijos y de recibir los demás sacramentos. Por la gracia santificante participamos de la vida divina en nosotros.
Y a esta gracia santificante se unen las gracias actuales de Dios para poder realizar actos que agraden a Dios, crecer en la santidad, perseverar en el bien y evitar los pecados, incluso los veniales. Dice Leo Trese que la gracia actual “es un impulso transitorio y momentáneo, una descarga de energía espiritual, con que Dios toca al alma para mantenerla en movimiento: algo parecido al golpe que un mecánico da a la rueda con la mano” (La fe explicada, capítulo 9).
Surge una pregunta: quién no haya recibido la gracia santificante, por el bautismo, ¿podrá realizar acciones moralmente buenas? Por supuesto que sí. Puede realizar obras buenas en el orden puramente natural, tales como dar una limosna, amar a los familiares y amigos, sacrificarse por ellos, etc. Estas obras no tienen valor alguno en orden a la vida eterna –porque están desprovistas de la gracia, que es condición indispensable para el mérito sobrenatural-, pero son y pueden llamarse buenas desde el punto de vista puramente humano y natural.
Concluyo este apartado diciendo: Cristo es fuente de santidad, porque nos da su gracia, ganada con su Pasión, Muerte y Resurrección. Y esta gracia de Cristo nos asemeja a Él. ¿No será la santidad un reflejo de Cristo en nosotros?
IV. EL ESPÍRITU SANTO
Es el Autor, Escultor, Artífice de la santidad. Vive en nuestra alma, para deificarnos, espiritualizarnos. Nos mueve internamente a toda obra buena (Rm 8, 14; 1 Cor 12, 6). Nos purifica del pecado (Mt 3, 11; Jn 3, 5-9; Tit 3, 5-7). Él enciende en nosotros la lucidez de la fe (1 Cor 2, 10-10). Él levanta nuestros corazones a la esperanza (Rm 15, 13). Él nos mueve a amar al Padre y a los hermanos como Cristo los amó (Rm 5, 5).
Él llena de gozo y alegría nuestras almas (Rm 14, 17; Gal 5, 22; 1 Tes 1, 6). Él nos da fuerza para testimoniar a Cristo y fecundidad apostólica, pues la evangelización no es sólo en palabras, “sino en poder y en el Espíritu Santo” (Gal 1, 5; Hch 1,8). Él nos concede ser libres del mundo que nos rodea (2 Cor 3, 17). Él viene en ayuda de nuestra debilidad y ora en nosotros con palabras inefables (Rm 8, 15).
Por tanto, la santidad es la vida sobrenatural, que el Espíritu produce y forja en cada uno de nosotros. Todo cristiano es teóforo, es decir, portador de Dios.
¿Cuáles serían nuestros deberes para con el Espíritu Santo? Nos contesta san Pablo: vivir según el Espíritu para ser hombre nuevo (cf. Ef 4, 17-24; 5, 8-21); conocerlo; ser dócil a sus divinas inspiraciones e intimar con Él en lo profundo del alma.
¿Cómo sabemos que tenemos la presencia del Espíritu Santo en nuestra alma? Cuando vivimos con gozo, alegría, modestia, caridad, alegría, bondad, pureza, templanza (cf. Gál 6, 7-9).
El Espíritu Santo es sin duda el artífice de nuestra santidad.
V. LA IGLESIA
La Iglesia es camino seguro para la santidad, pues su Fundador, Jesucristo, es santo; tiene los medios para ser santos: los sacramentos; goza ya de frutos suculentos de santidad: los santos.
El hombre encuentra a Jesús en la Iglesia. Aquí, Él quiere manifestarse y comunicarse: “Está siempre presente a su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica”(Vaticano II, “Sacrosanctum Concilium” 7). Es en la Iglesia católica donde se recibe el auténtico y apostólico testimonio de Jesucristo (cf. Ap 1, 2). Y “únicamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es el auxilio general de salvación, puede alcanzarse la total plenitud de los medios de salvación” (Vaticano II, “Unitatis redintegratio” 3).
La espiritualidad cristiana sabe bien que Jesucristo santifica siempre a los hombres con la colaboración de la Iglesia, Madre espiritual de los cristianos. Así como Jesús durante su vida en la tierra santificaba por medio de su cuerpo, curando y haciendo milagro, así ahora, santifica por medio de su Cuerpo místico que es la Iglesia.
La misión de la Iglesia es ésta:
Escuchar y predicar la Palabra: porque se están alzando falsos profetas. La Iglesia siempre quiere permanecer fiel a la enseñanza de los apóstoles (cf. Hch 2, 42; Tit 1, 11; 3, 9; 1 Tm 6, 4; 2 Tm 2, 17-18).
Estar con Jesús: formar comunidad de vida (cf. Hch 2, 42). Somos un solo rebaño congregado por el Buen Pastor y por los pastores que le representan. Por tanto, no se puede ser cristiano “por libre”, sin vinculación habitual con los hermanos y con los pastores de la Iglesia. Así se logra la santidad.
Administrar y participar en los sacramentos: “perseveraban en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2, 41). Este punto lo veremos más ampliamente en el tema de la liturgia, fuente de santidad.

Tenemos que estar orgullosos de ser hijos de la Iglesia, al igual que santa Teresa de Ávila. Amemos profunda y apasionadamente a la Iglesia, como san Bernardo y santa Catalina de Siena, como san Ignacio de Loyola y demás santos.
VI. LA VIRGEN MARÍA
Jesús nos la dejó antes de morir para que nos ayudara en el camino de la santidad. Es uno de los tesoros del cristiano. Desde el cielo ella nos obtiene de su Hijo los dones de la salvación de nuestra alma.
A lo largo de los siglos ha sido llamada e invocada como Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Benedicto XIV dice que la Virgen “es como un río celestial por el que descienden las corrientes de todos los dones de las gracias a los corazones de los mortales” (Bula “Gloriosae Dominae” del 27 del IX de 1748). San Pío X enseña que María, junto a la cruz “mereció ser la dispensadora de todos los tesoros que Jesús nos conquistó con su muerte y con su sangre. La fuente, por tanto, es Jesucristo; pero María, como bien señala san Bernardo, es el acueducto” (Encíclica “Ad diem illum”del 2 del II de 1891).
Pío XI afirma que la Virgen ha sido constituida “administradora y medianera de la gracia” (Encíclica “Miserentissimus Redemptor, del 8 del mayo de 1928). Juan Pablo II destaca “la solicitud de María por los hombres, el ir a su encuentro en toda la gama de sus necesidades, como en Caná de Galilea...se pone en medio, o sea, hace de mediadora no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente de que como tal puede -más bien “tiene el derecho de”- hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres. Su mediación, por tanto, tiene un carácter de intercesión” (Redemptoris Mater 21).
María es no sólo dispensadora de la gracia y santidad, sino también prototipo de cada cristiano, modelo. Su santidad le vino de Dios, quien la llenó de gracia, preservándola del pecado, único enemigo de la santidad. Las perlas de santidad con las que Dios la adornó son: Inmaculada desde el primer instante de su Concepción, Virginidad perpetua, Maternidad divina, Asunción a los cielos y Coronación como Reina de cielos y tierra.
De todo esto concluimos que la devoción a la Virgen es un camino rápido para llegar a la santidad. Así nos lo declara también un gran devoto de la Virgen, san Luis María Grignion de Monfort, en su libro “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”.
Y, ¿en qué consiste esta devoción a la Virgen?
Amar a la Virgen, como Cristo la amó y la ama.
Admirar su ejemplo, agradeciendo su ayuda y protección.
Acudir a Ella en los momentos difíciles, pues “jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a tu protección, implorado tu auxilio o pedido tu socorro, haya sido abandonado por ti...” (San Bernardo). “Oye y ten entendido, hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella; está seguro de que ya sanó”(Palabras de la Virgen de Guadalupe al indio san Juan Diego).
Imitarla, pues ella es el modelo perfecto del evangelio; es modelo de esposa, madre y virgen. Imitarla sobre todo en su disponibilidad al plan de Dios, en su humildad, en su pureza y en su caridad.
Rezarle esas oraciones que tanto arraigo han tenido en los fieles: Ángelus, Regina Coeli, y sobre todo el santo Rosario.

VII. LA LITURGIA
Otra fuente para nuestra santidad es la participación consciente y fervorosa en la liturgia.
¿Qué es la liturgia?
“Breve compendio de liturgia”.
Haré un resumen.
Significa la participación del Pueblo de Dios en la obra de Dios, en las celebraciones del culto divino, para llegar a la santificación personal y comunitaria. Participación que se canaliza en estas funciones: oración, anuncio del Evangelio, la caridad solidaria y administración y recepción de los sacramentos. Esta participación tiene que ser consciente, activa y fructífera de todos.
¿Dónde está el fundamento de la liturgia?
Hay que buscarlo en la participación de todo bautizado en el sacerdocio de Cristo. Este sacerdocio tiene dos dimensiones: el sacerdocio ministerial o jerárquico, para los que reciben las órdenes sagradas; y el sacerdocio común, del que participan todos los cristianos laicos y religiosos (cfr. Vaticano II, Lumen Gentium 10, b).
Toda nuestra vida tiene que ser una liturgia permanente, es decir, una continua ofrenda a Dios de todo lo que somos y tenemos. Dice san Pablo que “sea que comáis, sea que bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios y en acción de gracias” (1 Cor 10, 31). Nuestro apostolado es liturgia y sacrificio. Nuestra predicación es liturgia y sacrificio. Nuestra oración es liturgia. En fin, todo cristiano debe entregar día a día su vida al Señor como “perfume de suavidad, sacrificio acepto, agradable a Dios” (Flp 4, 18), “como hostia viva, santa, grata a Dios; éste ha de ser vuestro culto espiritual” (Rm 12, 1).
Diversos modos como Jesucristo, sacerdote celestial, ejercita con la Iglesia su sacerdocio:
Mediante la liturgia de la Palabra: cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es Cristo quien habla (Sacrosanctum Concilium 7a). Y la Iglesia, su Esposa, escucha lo que Él le habla hoy al corazón. Nos habla para comunicarnos su Espíritu, porque nos ama. Nadie habla de asuntos íntimos sino con sus amigos. Y la palabra es el medio más apropiado que tenemos para comunicar a quien queremos nuestro espíritu. San Juan de la Cruz nos dice: “El Padre, en darnos como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya -que no tiene otra-, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar” (Subida, II, 22, 3). Esta Palabra de Dios constituye el sustento y el vigor de la Iglesia, la firmeza de fe para sus hijos, el alimento del alma, la fuente pura y perenne de la vida espiritual (cfr. Dei Verbum 21).

¿Cómo acoger esa Palabra? Con la misma devoción con que recibimos los sacramentos. Hemos de comulgar a Cristo-Palabra, como comulgamos a Cristo-Pan. Debemos escucharla con corazón atento y abierto, como María de Betania (cfr Lucas 10, 39), como Lidia oía a san Pablo (Hch 16,14), con gozo en el espíritu (1 Tes 1,6), con intención de practicarla (St 1, 21; 1 Cor 15,2), aunque hubiera que morir por ella (Ap 1, 9ss; 6, 9; 204); y de hacerla germinar (Mt 13, 23).
Hay una frase de san Ignacio de Antioquía digna de aprenderse: “Me refugio en el Evangelio como en la carne de Cristo” (Filadelfos 5,1). Y san Jerónimo: “Yo considero el Evangelio como el cuerpo de Jesús”. Por eso el sacerdote besa esa Palabra cada vez que lee el evangelio en la misa y lo inciensa en las fiestas. Por eso, el ambón que sostiene esa Palabra tiene que ser firme, digno.
Mediante la oración. Cristo está presente en su Iglesia orante. Será la liturgia de la horas la oración de Cristo con su Cuerpo al Padre (Sacrosanctum Concilium 84[5]); extiende la oración a lo largo del día, para glorificar a Dios y santificar a los hombres.
Mediante los sacramentos: los sacramentos son acciones de Cristo, que los administra a través de hombres, constituidos en órdenes sagradas. Estos sacramentos infunden la gracia a nuestra alma, nos santifican, nos alimentan. Los sacramentos son como el sistema circulatorio de la sangre de la Iglesia, que es la gracia de Cristo, y el corazón de esa gracia sacramental es siempre la Eucaristía (SC 10B; LG 7b). El sacramento más importante es la Eucaristía, porque en él recibimos no sólo la gracia, sino al Autor de la gracia, Jesucristo. La Eucaristía es la actualización del misterio pascual de Jesús, es decir, de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, una vez más por nosotros. La misa es realmente el sacrificio del Calvario que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares, pero de manera incruenta. La Eucaristía es Sacrificio, Festín o Banquete y Presencia real de Cristo. Por ser Sacrificio, merece todo nuestro respeto, agradecimiento, seriedad y arrepentimiento. Por ser Alimento, nos acercamos para alimentarnos. El cristiano que no se alimenta de la Eucaristía, se muere, se queda sin la vida de Cristo. Y por ser Presencia, podemos acudir al sagrario para intimar con Él.
Mediante la vivencia del año litúrgico: el año litúrgico nos pone en contacto con la salvación de Cristo. En cada uno de los períodos Dios nos quiere dar una gracia especial para ser santos.
Mediante los sacramentales: Cristo y la Iglesia, por medio de los sacramentales, extienden la santificación litúrgica a todas las criaturas y condiciones de la existencia humana. Algunos de los sacramentales son: bendiciones, exorcismos (para alejar o expulsar a Satanás del cuerpo o del alma), imposición de manos, señal de la cruz, aspersión con agua bendita, consagración de altares, basílicas, etc.
¿Cómo es la liturgia?
Es simbólica, pues expresamos con símbolos y signos (agua, óleo, unción, bendición...) realidades divinas, es decir, “lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana puede concebir” (1 Cor 2,9).
Es bella, con una belleza digna, sublime, que aspira a expresar el mundo sobrenatural de la gracia y de la gloria.
Es participativa, donde procuran todos tomar parte (lecturas, cantos, moniciones, ministros, etc.).
Debe ser respetuosa de las normas, es decir, nadie, “aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia” (S.C. 22, 3)[6].
Y dentro de ese respeto, la Iglesia también impulsa la creatividad inteligente (elegir lecturas, preparar moniciones y preces, arreglos florales, cantos, etc).
Además, la liturgia es comunitaria y eclesial, porque la vida cristiana es vida comunitaria, eclesial en torno a los apóstoles y con los hermanos; por tanto, no se puede dar eso de “cristianos no practicantes”.
Es netamente pascual, pues centra a los cristianos en la pasión, muerte y resurrección. La espiritualidad litúrgica, inspirada en la Escritura, Tradición y Magisterio, siempre será ortodoxa, genuina y católica: “Lex orandi, lex credendi”.
Otra nota: la espiritualidad litúrgica es mistérica y sagrada, pues se busca el encuentro con el Invisible.
Es cíclica, pues gira anualmente en torno a los misterios de Cristo, en círculos que ascienden siempre hacia la vida eterna.
Y finalmente, es escatológica, siempre tensa hacia el fin de los tiempos (S.C.2). El Vaticano II pone otras características de la liturgia: consciente, activa, comunitaria, plena, interna y externa (S.C. 11, 14a, 19, 21b).

CONCLUSIÓN: “La liturgia es la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano” (S.C.14b). Es verdad que la vida espiritual abarca también otras facetas, por ejemplo, el trabajo, la mortificación, la vida familiar y social, la piedad popular, etc. Pero una espiritualidad, si quiere merecer el calificativo de católica, debe ser muy consciente -en la doctrina y en la práctica- de que “la liturgia es la cumbre a la que tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza. De la liturgia, sobre todo de la eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como fin” (S.C. 10).
La espiritualidad litúrgica es el mejor antídoto contra el pelagianismo y el voluntarismo de aquellos que tratan de santificarse con sus propias fuerzas. También es remedio contra el subjetivismo, ese buscar a Cristo cada uno desde su sentimiento en las modas cambiantes.

lunes, 5 de febrero de 2018

MODELOS DE ACCIÓN PASTORAL

1.    INTRODUCCIÓN

.- Una eclesiología concreta y una teología pastoral concreta dan lugar a una práctica pastoral concreta
.- Nunca son completos o cerrados sino que se complementan
.- No puede caerse en el peligro de absolutizar en una realidad mistérica
.- El modelo es un paradigma en la acción pastoral como proyecto operativo o plan concreto de actuación que relaciona de un modo dinámico todas las tareas que intervienen en la praxis

2.    ¿EN QUÉ SENTIDO HABLAMOS DE MODELOS?

.- Programar la acción pastoral de forma metódica y ordenada pero la iglesia precede al modelo concreto de acción pastoral y no es su fruto
.- Ningún modelo de pastoral puede prescindir de la iglesia
.- El pluralismo ha de ser admitido y puede ser criticado
.- Los modelos han de convivir con el ser de la iglesia
.- El peligro de simplificaciones y absolutizaciones
.- Ningún modelo tiene los elementos únicos y excluyentes ni son fácilmente aislables e identificables
.- Las dimensiones de la acción pastoral son la liturgia, la comunión, el anuncio evangelizador y el servicio a los hombres

3.    MODELO TRADICIONAL

.- Modelo que potencia la acción litúrgica y su campo de acción es el culto y desde él se ha entendido
.- Situación a la que responde: un mundo sociológicamente tono
.- Características:

a.     Preocupación exclusiva por su vida interior, sin que los ambientes extra eclesiales supusieran mucho a la hora de programar y proyectar su acción pastoral
b.     Una seguridad de elementos adquiridos por ósmosis (pasos)
c.      Reconocimiento social que facilitaba a la iglesia la ejecución de sus acciones

.- Las ideas eclesiológicas básicas parten de la idea de una iglesia como sociedad perfecta, tiene en si misma todos los medios para conseguir sus fines. Marcados sus estratos en rígidas leyes y normas. Es centrípeta y son los hombres que tienen que venir a ella. Su perfección no le deja ver la distancia con el reino y su carácter peregrinante
.- El planteamiento pastoral está marcado un dualismo antropológico y se centra en su acción pastoral en la parte espiritual del hombre, es el cura animarum a través de la sacramentalización
.- Se busca el cuidado pastoral de la iglesia en el practicante que recibe los sacramentos
.- Individualidad y no comunidad, laicos pasivos, no participan en la misión.
.- La acción pastoral es el culto sacramental como plataforma de realización
.- la acción catequética y siempre en los mismos contextos
.- Vida comunitaria busca asegurar el control de la parroquia
.- La caridad es entendida de forma asistencial, los aspectos antropológicos muy poco considerados
.- Modelo recetario (cómo confesarse, cómo comulgar)

d.    MODELO COMUNITARIO

.- Descubrimiento y potenciación de la comunión y de las comunidades en la iglesia
.- incidir pastoralmente en todos los aspectos comunitarios de la fe
.- Situación a la que corresponde. La masificación hace posible una pastoral administrativa pero no comunitaria y los lazos afectivos interpersonales están ausentes
.- Este modelo surge del CVII y se preocupa de la acción pastoral misionera y catecumenal
.- Las ideas eclesiológicas básicas desde el CVII es considerar a la iglesia como misterio de comunión y el descubrimiento de todos como pueblo de Dios, partícipes de la misma misión
.- Es una renovación de fe auténtica para la iglesia destinada a la evangelización
.- La parroquia es comunidad de comunidades y la diocesana da plenitud al ser de la iglesia
.- Se considera a la iglesia universal como posibilidad de intercambio de bienes entre todas las diócesis y preocupación de todas las iglesias
.- El planteamiento pastoral parte de la pequeña comunidad hacia la totalidad de la iglesia como comunión de comunidades
.- La iglesia se edifica a sí misma y se busca (Hch) cuy o modelo dependía de muchas realidades
.- La iglesia es plural y su problema es que los haga universales y abiertos
.- el elemento carismático es clave en el nivelador del institucional
.- La acción pastoral están tipificadas

a.     Comunidad como elemento cristalizador de los demás elementos eclesiales fuertemente presentes
b.     Comunidad interna signo vivo de salvación
c.      Estructura evangelizadora muy fuerte
d.     Liturgia comunitaria suele ser propia con participación de todos los miembros
e.     Vida comunitaria que potencia ministerios
f.       La acción pastoral es edificada por toda la comunidad

e.    MODELO EVANGELIZADOR

.- Nos referimos al hecho de anunciar primero el evangelio que lo lleva después a la fe y a la iglesia
.- es el modelo propio de una iglesia concreta, la europea (la 2ª evangelización) Juan Pablo II
.- Situación que provoca este modelo es el xtmo sociológico que no es manifestación de una fe auténtica
.- Se ha cambiado el orden lógico y hay un infantilismo religioso por asumir no críticamente los contenidos
.- la sociedad está marcada por la pobreza y marginación. Es un modelo sectorial
.- hoy vivimos una situación contraria, una evangelización desde presupuestos diferentes con los países tradicionalmente xtnos como tierra de misión
.- Las ideas eclesiológicas básicas son la misión como autentificación de la comunión y la sacramentalidad de la iglesia significante en el mundo y eficaz en él.
.- La salvación ofrecida no impuesta (respeto, diálogo, participación y pluralismo)
.- El planteamiento pastoral es evangelizador con una liturgia evangelizadora sin repliegue estructural
.- Romper con el miedo y valorar el mundo presente del mundo actual y practicar un sano profetismo
.- Intento de hacer de la iglesia n lugar habitable como signo evidente de la salvación
.- La acción pastoral potencia los siguientes aspectos:

a.     Iniciación xtna con celebración auténtica
b.     Potenciación de la misión de la iglesia (cultura, trabajo, juventud..)
c.      Empeño en la transformación social con acogida a los pobres
d.     Nueva espiritualidad desde la vida y desde la misión
e.     Necesidad de creatividad pastoral auténticamente evangelizadora



     MODELO LIBERADOR

.- Modelo de servicio, es sectorial. Se fija en un cambio concreto
.- Situación a la que responde ha brotado de la teología de la liberación (América latina)
.- Práctica liberadora en lugares geográficas diferentes
.- CVII y GS
.- Las ideas eclesiológicas básicas son la concepción sacramental del LG y la distinción entre iglesia y reino y el diálogo con el mundo de la GS
.- El planteamiento pastoral es tomar conciencia de la situación social en la que se ejerce la evangelización y transformarla para que el anuncio resulte eficaz
.- Toma de conciencia de la situación y el tema de la eficacia es central
.- La acción pastoral es la catequesis como medio de activar el proceso de concienciación e iniciar el proceso de emancipación cuyo sujeto es el pueblo de Dios
.- es una pastoral liberadora con opción preferencial a los pobres y la liturgia está unida
.- Valoración progresiva de la religiosidad popular.
.- Los modelos no son contrapuestos ni absolutos ni cerrados