Moral y Ética
Descripción del Hombre Nuevo, que vive según Dios, que imita a Jesucristo.
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
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El centro del mensaje cristiano, tal como lo enseñó Jesucristo es el amor a Dios y al prójimo (Mateo 22, 34–40). Si se opta por este principio la vida humana se verá influenciada por él, se irán concretando nuevos comportamientos, configurando al Hombre Nuevo que vive según Dios, que imita a Jesucristo.
En ocasiones puede parecer muy difícil encarnar este Hombre Nuevo, parecería que es una tarea imposible, pero el hombre no está solo para la realización de este proyecto, cuenta con Dios que actúa desde dentro de cada bautizado, además del apoyo que la Iglesia le brinda a través de a oración, de sus enseñanzas y los sacramentos.
El Hombre Nuevo
El ser humano tiende a buscar un modelo de comportamiento. El problema de hoy en día es que muchas veces, el joven o el adulto buscan ídolos, que no lo son, se imitan a deportistas, artistas, etc. No tenemos mas que ver las modas que estas figuras implantan, ropa, cortes de pelo y demás.
Lo curioso es que cantar como Ricky Martin, Plácido Domingo o cualquier otra persona, es casi imposible de lograr, pero aún así hay una insistencia tremenda por parecerse, pero cuando ponemos a Jesucristo como modelo, la respuesta que recibimos es “eso es imposible, pues Él era Dios”.
No nos damos cuenta que imitar a Cristo es más fácil, lo único que se necesita es tomar el Evangelio y ver que todo es cuestión de virtudes, desde las humanas hasta las morales, sinceridad, amor, mansedumbre, vida interior, etc. Normalmente pensamos que todo esto es muy difícil, nos olvidamos de que contamos con muchísimas gracias; los sacramentos, la oración, el ejemplo de los santos. Al lograrlo obtendremos mayores frutos; paz, felicidad, etc y sobre todo la vida eterna..
No hay que pensar que esta imitación la vamos a lograr en poco tiempo, pues es una lucha que dura toda la vida, aunque se logren ciertos avances, ni tampoco significa una vida sin defectos, siempre será un esfuerzo, un trabajo constante. Además esta imitación no es un asunto privado entre Dios y yo, sino que hay que compartirlo y darlo a los demás.
Si queremos vivir verdaderamente la moral cristiana tenemos que imitar a Cristo en la vida ordinaria. No esperemos a las grandes oportunidades u ocasiones, la mayoría de las personas no tienen esa oportunidad. Puede ser que cuando nos llegue estemos tan desacostumbrados a imitarlo que no sabríamos cómo hacerlo. No siempre será fácil descubrir lo que Cristo haría en las diversas situaciones de la vida, para ayudarnos a vislumbrarlo tenemos el Magisterio de la Iglesia.
Cristo en su infinita bondad y para no dejarnos solos, con el fin de que todos sepamos actuar nos deja a la Iglesia para que nos gobierne, enseñe y santifique.
Todos los hombres estamos llamados a la santidad, por lo tanto, la santidad es algo posible. Para alcanzarla necesitamos construirla sobre las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, hasta que lleguen a ser parte de nuestra vida diaria.
La acción del Espíritu Santo
Para ello contamos con la ayuda del Espíritu Santo (Col 3, Ef 4) que es quien nos da el don maravilloso de la santidad. Él es quien la edifica, al hombre sólo le toca corresponder.
El meollo del asunto se encuentra en que los hombres nos olvidamos que no podemos hacer las cosas por nuestras propias fuerzas, que necesitamos ayuda. Nadie puede avanzar en el seguimiento de Cristo, en la verdadera vivencia del cristianismo sino cuenta con la ayuda del Espíritu Santo. Por eso es necesario estar abiertos a la acción del Espíritu Santo en nosotros, escucharle, dejándolo hablar en nuestro interior y actuar según nos dice.
Por medio del Bautismo, por la acción del Espíritu Santo nos hacemos lo que se denomina Hombre Nuevo, es decir el hombre regenerado por el sacrificio de Cristo que se convierte en hijo de Dios y miembro de la Iglesia.
Para ser Hombre Nuevo hay que nacer por obra del Espíritu Santo. Él con sus gracias va reforzando al hombre que vive guiado por Dios. Desgraciadamente, en la actualidad, como consecuencia de una vida acelerada, sin reflexión, superficial, muchas veces no se hace un poco de silencio interior para escuchar la voz de Dios, en ese lugar íntimo que pertenece a Dios y a cada hombre.
Sólo desde ahí se conocen en profundidad las grandes incógnitas de la vida: el dolor, la muerte, el sentido de la vida, la felicidad, el amor, el pecado, la donación al prójimo, la relación con Dios Padre, sólo así el hombre se descubre a sí mismo, pudiendo apreciar la vida de otra manera, con los ojos del amor y de la moral. La Iglesia le reza al Espíritu Santo para que ilumine a los hombres. Dominum et Vivificantem nn 52, 58, 67
Los Sacramentos y la vocación a la santidad
El cristiano por el Bautismo entra a formar parte de la Iglesia, se hace hijo adoptivo de Dios y comienza en él una vida nueva, la vida del Hombre Nuevo. Para ello se le otorgan todas las gracias necesarias. Dejando atrás todo lo que las consecuencias del pecado trae y comienza el seguimiento de Cristo.
El Sacramento de la Confirmación lo refuerza dándole las gracias necesarias para poder ser un auténtico testigo de Cristo en todo momento, en especial, en aquellos momentos difíciles, dándole fuerzas y valentía.
Estos dos sacramentos lanzan al hombre hacia la santidad, edificando la vida según los planes de Dios y expresados por Jesucristo. A partir de ellos, se busca la verdadera santidad, la imitación de Cristo.
El sacramento de la Eucaristía tiene gran influjo en la vida moral del hombre nuevo. En él se logra la unión más íntima con Jesucristo y este sacramento es la mayor fuente de gracias que recibe el cristiano. Por ello, hay que aprovechar todas estas gracias, viviendo conscientemente la participación en el banquete, con un gran deseo de corresponder a este don de Dios.
La cruz y el sacrificio en la vida cristiana
Cristo murió en la cruz por los hombres y su redención. Pudo haber escogido cualquier otro tipo de muerte, pero quiso mostrarnos su Evangelio, encarnando el amor y llevándolo hasta el extremo. Al mismo tiempo con su muerte le da un nuevo sentido al sufrimiento del ser humano.
El sufrimiento es algo real en la vida del hombre, todos los hombres sufren en un momento u otro. Le es muy difícil encontrar un consuelo y es en Jesucristo donde se puede encontrar una motivación, un ejemplo de aceptación con alegría y esperanza.
Si leemos el pasaje del Evangelio del Buen Ladrón (Lc 23, 9-43), vemos que el buen ladrón fue el primero que comprendió el valor del sufrimiento unido a Cristo. También aparece en este pasaje la manifestación de aquellos que en el sufrimiento se rebelan contra Dios. Para estas personas el dolor es pura amargura, no tiene sentido.
El sufrimiento sigue siendo un misterio para la mayoría de los hombres, pero para los cristianos tiene un valor, está ordenado a la salvación eterna. Por eso ofrece sus sufrimientos a Dios y obtiene gracias para él y los demás, completando y uniéndose al amor infinito y al sufrimiento de Cristo. Se puede decir que el cristiano al contemplar en sí mismo el sufrimiento y los dolores de Cristo descubre en ellos al Cristo de la pasión y de la resurrección. Salvificis Doloris.
Vivir en obediencia y amor al Papa y al Magisterio de la Iglesia
El hombre nuevo debe vivir en obediencia y amor al Papa porque sabe que es su Vicario en la tierra y la cabeza visible de la Iglesia y es vínculo de unión entre todos los cristianos.
En el Evangelio encontramos el fundamento dele amor al Papa como consecuencia del amor a Cristo Mt 16, 13-20. En este pasaje se encuentra contenida la revelación sobre el papel y la auténtica identidad de su Vicario. Cristo desea que se le reconozca su identidad divina, sus poderes y explica su misión.
Además por la fe sabemos que el Papa es el encargado de guiar a su Pueblo. Por eso, es obligación del cristiano leer los escritos del Santo Padre, difundir su doctrina, obedecer fielmente y defenderlo ante cualquier crítica a su persona o a su imagen.
Junto al Papa, se encuentra la Iglesia desarrollando su función de guía.
Moral de la Caridad
El cristianismo es comparado con otras religiones o con ideologías o con doctrinas filosófico-teológicas. En realidad el cristianismo no es nada de eso, no es creación de la mente humana. “El cristianismo es una auténtica revelación de Dios que se hace al hombre por amor al hombre para abrirle el camino a la vida eterna y mostrarle un ejemplo de conducta”.
El cristianismo es la respuesta del hombre a la llamada de amor de Cristo. Esta respuesta del hombre es una respuesta de amor real, eficaz, concretado en un respeto y veneración a toda la herencia que Cristo nos ha dejado.
Este amor no es algo externo sino que nace del corazón, del interior del hombre y se manifiesta en sus obras. El cristianismo es la religión del amor, del seguimiento de Cristo. Y este amor exige radicalidad, no se puede ser mediocre: o se ama a Dios y al prójimo o se ama al yo, a sí mismo.
Al final de la vida seremos examinados en el amor y sólo contará lo que hayamos hecho por Dios y los demás.
Lectura complementaria:
Catecismo de la Iglesia Católica nn 2012-2016, 2044-2046
Apostolicam Actuositatem. Sobre el apostolado de los Laicos.
En ocasiones puede parecer muy difícil encarnar este Hombre Nuevo, parecería que es una tarea imposible, pero el hombre no está solo para la realización de este proyecto, cuenta con Dios que actúa desde dentro de cada bautizado, además del apoyo que la Iglesia le brinda a través de a oración, de sus enseñanzas y los sacramentos.
El Hombre Nuevo
El ser humano tiende a buscar un modelo de comportamiento. El problema de hoy en día es que muchas veces, el joven o el adulto buscan ídolos, que no lo son, se imitan a deportistas, artistas, etc. No tenemos mas que ver las modas que estas figuras implantan, ropa, cortes de pelo y demás.
Lo curioso es que cantar como Ricky Martin, Plácido Domingo o cualquier otra persona, es casi imposible de lograr, pero aún así hay una insistencia tremenda por parecerse, pero cuando ponemos a Jesucristo como modelo, la respuesta que recibimos es “eso es imposible, pues Él era Dios”.
No nos damos cuenta que imitar a Cristo es más fácil, lo único que se necesita es tomar el Evangelio y ver que todo es cuestión de virtudes, desde las humanas hasta las morales, sinceridad, amor, mansedumbre, vida interior, etc. Normalmente pensamos que todo esto es muy difícil, nos olvidamos de que contamos con muchísimas gracias; los sacramentos, la oración, el ejemplo de los santos. Al lograrlo obtendremos mayores frutos; paz, felicidad, etc y sobre todo la vida eterna..
No hay que pensar que esta imitación la vamos a lograr en poco tiempo, pues es una lucha que dura toda la vida, aunque se logren ciertos avances, ni tampoco significa una vida sin defectos, siempre será un esfuerzo, un trabajo constante. Además esta imitación no es un asunto privado entre Dios y yo, sino que hay que compartirlo y darlo a los demás.
Si queremos vivir verdaderamente la moral cristiana tenemos que imitar a Cristo en la vida ordinaria. No esperemos a las grandes oportunidades u ocasiones, la mayoría de las personas no tienen esa oportunidad. Puede ser que cuando nos llegue estemos tan desacostumbrados a imitarlo que no sabríamos cómo hacerlo. No siempre será fácil descubrir lo que Cristo haría en las diversas situaciones de la vida, para ayudarnos a vislumbrarlo tenemos el Magisterio de la Iglesia.
Cristo en su infinita bondad y para no dejarnos solos, con el fin de que todos sepamos actuar nos deja a la Iglesia para que nos gobierne, enseñe y santifique.
Todos los hombres estamos llamados a la santidad, por lo tanto, la santidad es algo posible. Para alcanzarla necesitamos construirla sobre las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, hasta que lleguen a ser parte de nuestra vida diaria.
La acción del Espíritu Santo
Para ello contamos con la ayuda del Espíritu Santo (Col 3, Ef 4) que es quien nos da el don maravilloso de la santidad. Él es quien la edifica, al hombre sólo le toca corresponder.
El meollo del asunto se encuentra en que los hombres nos olvidamos que no podemos hacer las cosas por nuestras propias fuerzas, que necesitamos ayuda. Nadie puede avanzar en el seguimiento de Cristo, en la verdadera vivencia del cristianismo sino cuenta con la ayuda del Espíritu Santo. Por eso es necesario estar abiertos a la acción del Espíritu Santo en nosotros, escucharle, dejándolo hablar en nuestro interior y actuar según nos dice.
Por medio del Bautismo, por la acción del Espíritu Santo nos hacemos lo que se denomina Hombre Nuevo, es decir el hombre regenerado por el sacrificio de Cristo que se convierte en hijo de Dios y miembro de la Iglesia.
Para ser Hombre Nuevo hay que nacer por obra del Espíritu Santo. Él con sus gracias va reforzando al hombre que vive guiado por Dios. Desgraciadamente, en la actualidad, como consecuencia de una vida acelerada, sin reflexión, superficial, muchas veces no se hace un poco de silencio interior para escuchar la voz de Dios, en ese lugar íntimo que pertenece a Dios y a cada hombre.
Sólo desde ahí se conocen en profundidad las grandes incógnitas de la vida: el dolor, la muerte, el sentido de la vida, la felicidad, el amor, el pecado, la donación al prójimo, la relación con Dios Padre, sólo así el hombre se descubre a sí mismo, pudiendo apreciar la vida de otra manera, con los ojos del amor y de la moral. La Iglesia le reza al Espíritu Santo para que ilumine a los hombres. Dominum et Vivificantem nn 52, 58, 67
Los Sacramentos y la vocación a la santidad
El cristiano por el Bautismo entra a formar parte de la Iglesia, se hace hijo adoptivo de Dios y comienza en él una vida nueva, la vida del Hombre Nuevo. Para ello se le otorgan todas las gracias necesarias. Dejando atrás todo lo que las consecuencias del pecado trae y comienza el seguimiento de Cristo.
El Sacramento de la Confirmación lo refuerza dándole las gracias necesarias para poder ser un auténtico testigo de Cristo en todo momento, en especial, en aquellos momentos difíciles, dándole fuerzas y valentía.
Estos dos sacramentos lanzan al hombre hacia la santidad, edificando la vida según los planes de Dios y expresados por Jesucristo. A partir de ellos, se busca la verdadera santidad, la imitación de Cristo.
El sacramento de la Eucaristía tiene gran influjo en la vida moral del hombre nuevo. En él se logra la unión más íntima con Jesucristo y este sacramento es la mayor fuente de gracias que recibe el cristiano. Por ello, hay que aprovechar todas estas gracias, viviendo conscientemente la participación en el banquete, con un gran deseo de corresponder a este don de Dios.
La cruz y el sacrificio en la vida cristiana
Cristo murió en la cruz por los hombres y su redención. Pudo haber escogido cualquier otro tipo de muerte, pero quiso mostrarnos su Evangelio, encarnando el amor y llevándolo hasta el extremo. Al mismo tiempo con su muerte le da un nuevo sentido al sufrimiento del ser humano.
El sufrimiento es algo real en la vida del hombre, todos los hombres sufren en un momento u otro. Le es muy difícil encontrar un consuelo y es en Jesucristo donde se puede encontrar una motivación, un ejemplo de aceptación con alegría y esperanza.
Si leemos el pasaje del Evangelio del Buen Ladrón (Lc 23, 9-43), vemos que el buen ladrón fue el primero que comprendió el valor del sufrimiento unido a Cristo. También aparece en este pasaje la manifestación de aquellos que en el sufrimiento se rebelan contra Dios. Para estas personas el dolor es pura amargura, no tiene sentido.
El sufrimiento sigue siendo un misterio para la mayoría de los hombres, pero para los cristianos tiene un valor, está ordenado a la salvación eterna. Por eso ofrece sus sufrimientos a Dios y obtiene gracias para él y los demás, completando y uniéndose al amor infinito y al sufrimiento de Cristo. Se puede decir que el cristiano al contemplar en sí mismo el sufrimiento y los dolores de Cristo descubre en ellos al Cristo de la pasión y de la resurrección. Salvificis Doloris.
Vivir en obediencia y amor al Papa y al Magisterio de la Iglesia
El hombre nuevo debe vivir en obediencia y amor al Papa porque sabe que es su Vicario en la tierra y la cabeza visible de la Iglesia y es vínculo de unión entre todos los cristianos.
En el Evangelio encontramos el fundamento dele amor al Papa como consecuencia del amor a Cristo Mt 16, 13-20. En este pasaje se encuentra contenida la revelación sobre el papel y la auténtica identidad de su Vicario. Cristo desea que se le reconozca su identidad divina, sus poderes y explica su misión.
Además por la fe sabemos que el Papa es el encargado de guiar a su Pueblo. Por eso, es obligación del cristiano leer los escritos del Santo Padre, difundir su doctrina, obedecer fielmente y defenderlo ante cualquier crítica a su persona o a su imagen.
Junto al Papa, se encuentra la Iglesia desarrollando su función de guía.
Moral de la Caridad
El cristianismo es comparado con otras religiones o con ideologías o con doctrinas filosófico-teológicas. En realidad el cristianismo no es nada de eso, no es creación de la mente humana. “El cristianismo es una auténtica revelación de Dios que se hace al hombre por amor al hombre para abrirle el camino a la vida eterna y mostrarle un ejemplo de conducta”.
El cristianismo es la respuesta del hombre a la llamada de amor de Cristo. Esta respuesta del hombre es una respuesta de amor real, eficaz, concretado en un respeto y veneración a toda la herencia que Cristo nos ha dejado.
Este amor no es algo externo sino que nace del corazón, del interior del hombre y se manifiesta en sus obras. El cristianismo es la religión del amor, del seguimiento de Cristo. Y este amor exige radicalidad, no se puede ser mediocre: o se ama a Dios y al prójimo o se ama al yo, a sí mismo.
Al final de la vida seremos examinados en el amor y sólo contará lo que hayamos hecho por Dios y los demás.
Lectura complementaria:
Catecismo de la Iglesia Católica nn 2012-2016, 2044-2046
Apostolicam Actuositatem. Sobre el apostolado de los Laicos.
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